Más de una vez, cuando dejo por aquí algunos versos robados, muchos me dicen que no entienden de poesía, y a mí me hace gracia esto, ¿Qué entiendo yo? No tengo más estudios al respecto que los básicos, no tengo más cultura que la que dan pocos años y un puñadito de libros, yo sólo sé lo que me gusta y lo que no; sé lo que me trasmite, sé con qué me identifico. Reconozco lo que me da alas, lo que me hace soñar, lo que me recorre el alma y me conforta en ocasiones.
Por lo visto, no soy la única que lo entiende así, y hoy repetimos autor para demostrarlo. Con su maestría y genialidad, Pablo Neruda cuenta como los críticos y entendidos, los estudiosos y duchos de la materia, maltrataron su poesía, como le hicieron mil tropelías para concluir en que no era lo suficientemente interesante, y como él, prefería a la gente sencilla, los que acogieron y entendieron sus versos, los que se enamoraron con ellos, durmieron junto a sus rimas y las integraron en la cotidianidad de sus vidas. Por eso, seguramente yo no seré crítica o experta en nada, pero mientras un poema logre arrancarme ese sentimiento indescriptible, podré ser de esas personas que tendieron la ropa en una línea…
Para rematar, a las palabras de Neruda le pone voz otra de mis grandes debilidades; y es que a veces, todo se conjura para rozar la perfección.