viernes, 15 de abril de 2011

La primera vez


No tengo excusa para actualizar tan poco, pero si es estupenda la excusa que tengo para volver a dejar algunas letras por aquí. Tal vez, de lo más ilusionante de esta Cuaresma ha sido el poder compartir unas páginas con unos amigos, capitaneados por otro camarada, en lo que pretende ser un especial de Semana Santa lleno de ilusión. Pero algo se truncó, algo nos dejó un poquito menos completos, algo que nadie pensó que pasaría, algo que hemos sentido todos como si fuéramos diferentes partes de un mismo cuerpo. Y sin saber cómo, se nos quedó fuera él, el sinvergüenza que nos arranca sonrisas, que también sabe ser más serio que el que más, y dejarnos la piel de gallina con todos esos sentimientos que dibuja en fotos y letras. Por eso, aunque no se ha publicado su fantástico texto con el resto, él no se queda fuera, está con nosotros, es parte del proyecto igual que si se hubieran impreso sus magistrales palabras y por eso, aquí las dejo, sin papel ni tinta pero en los mismos códigos binarios que nos acercaron un día y que diariamente no dejan que nos separemos. La primera vez Sevilla es un mar de calles en el que todos tienen cabida, por eso será que cada día se acercan hasta ella más y más foráneos que vienen dispuestos a desabrocharse el alma y empaparse del olor a azahar que brota de cada plazuela al notar que asoma entre la primavera nuestra tan esperada Semana Santa. Acción y reacción. Llegar, conocerla y enamorarte de ella, dejarte atrapar por el frasco de las esencias que se destapa en cualquier esquina durante la semana más mágica del año. Cofradías y cofradías, calles y más calles. De este modo descubriremos que Sevilla es su centro, calle Feria rebosante de vida y de cofradías, Plaza del Salvador y Calle Cuna, estrechez en Francos y algarabía en la Alfalfa, silencio en Doña Mª Coronel, oscuridad en Sales y Ferré, recogimiento en Conde de Barajas y Cardenal Espínola. Cofradías y más cofradías, caminatas incesantes. De este modo descubriremos también que Sevilla son sus barrios y arrabales, brisa fresca para el visitante, aires toreros por San Bernardo y marineros en Triana, aroma de ribera en el Arenal y de naranjos en Santa Cruz. Tiro de Línea, Nervión, San Pablo, Porvenir y Cerro, barrios que alejados del casco histórico tienen sello propio y son ejemplo de juventud, fuerza e ilusión. Pero lo más importante no es el hecho de conocer y descubrir cosas nuevas, lo verdaderamente importante es redescubrir lo ya conocido, encontrando momentos que nos vuelvan a emocionar una y otra vez: la revirá de un misterio; la trasera de un palio que se difumina entre el gentío; ciriales encendidos revolviendo las esquinas; una nube de incienso; el silencio del Postigo cuando arranca una chicotá; el tañir de las campanas durante la recogida de Santa Marta; una levantá en el puente; la oscuridad de Mateos Gago un Martes Santo… Tesoros y detalles que guardaremos en la memoria y que permanecerán con nosotros para siempre, pudiéndolos revivir cada vez que queramos con sólo cerrar los ojos. Detalles, que aunque pequeños esconden un inmenso significado. Detalles como aquella estampita del Cristo de San Bernardo o del Sentencia que me regalaron hace años y que siempre guardaré como oro en paño, o esa medallita de San Esteban que descansa en un rincón privilegiado de mi casa. Detalles que todos conservamos como un preciado botín que nos acercará a la Semana Santa cuando no la tengamos cerca. La Semana Santa sevillana es un punto y aparte en la vida del cofrade, es el manantial de sentimientos que no cesa de brotar; el manantial del que merece la pena beber; del que hay que empaparse. Un año más durante una semana, Sevilla rezará en silencio y hablará con la mirada; un año más merecerá la pena conocerlo, vivirlo y sentirlo. Foto y texto: Álvaro Ballén Pozo
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...