sábado, 18 de agosto de 2012

Summer






El verano tardó en llegar, se demoró con exámenes, algún trabajo y más horas de las deseadas en lides sanitarias…

Ví caer mechones de mi pelo pensando que con ese cambio radical cambiaría algo las cosas… Ilusa de mí, confiada en esa rara casualidad planetaria me costó tanto adaptarme a los días que vinieron como a mi nuevo aspecto.



El verano luego pareció remontar con días de pereza extrema en los que creí que leería montañas de libros y que al final ni me han servido para terminar con “La reina Margot”…



La Maestranza se vistió de noche, los viajes resultaron kafkianos y las estaciones se quedaron sin autobuses y sin destinos.

Luego vinieron infinitas copas de ginebra a orillas de un río Betis que no deja de buscar el mismo lugar para morir y las grandes inyecciones de vitamina D; siestas al sol, manzanilla buena y regular, playas viejas y discotecas nuevas.

Nos dejó Chavela, y yo sigo con la duda de si llegué a entender a esa mujer… O tal vez en momentos como este si conectamos…



El Sur se cambió por el Norte, el Atlántico por el Cantábrico y un calor inusual templó esos días de sol, playa, campo, brisa y un gélido mar donde creí que nunca me bañaría aunque finalmente se rompió mi creencia.


El futuro cercano pinta en el cielo celeste y seco días breves en Levante, nuevos atardeceres en que el sol busca el Coto para dormirse al fresco.



Aún queda verano, lo mejor del Plan Bolonia es que no hay exámenes en Septiembre, pero hace poco, de algún modo al fin se ha cerrado un ciclo que aunque no era mío, casi me dio la misma alegría que si lo fuera cuando aquella jovencita con bata blanca dijo: No queda nada, enhorabuena.

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