miércoles, 28 de mayo de 2008

Adiós, hasta luego o hasta…


Las despedidas no son lo mío, no sé si porque no me gustan o simplemente porque no sé despedirme… A veces las despedidas son algo tajantes, demasiado definitivas para alguien que sabe que en la vida hay muy pocos puntos finales y muchos puntos suspensivos… Y además, las despedidas como las de estos días me turban. Empiezan a borrar todo lo malo, distorsionan el raciocinio que me gusta aplicar, y desequilibran mis balances. Momentos malos, los ha habido, muchos… momentos de tensión, de esos que te hacen alzar la voz, dar el portazo… y momentos angustiosos, de esos que de tanta angustia ni te dejan llorar, haciendo que te quedes exprimida, sin fuerzas y algo gris… Y sé que los ha habido, pero empiezan a quedarse lejos, algo borrosos… Me invade la pena de no ver cada mañana a mi mejor amiga de treinta años…, a “mi enana”, y a todas esas que cada día me han saludado con alegría, mientras yo tiraba el maletín y me sentaba de mala gana, porque madrugar, tampoco es lo mío… Y a pesar de mi mala leche mañanera, he visto una sonrisa cada día durante nueve meses. Incluso de Maui, lo que es la vida… No paro de pensar en algún momento insignificante pero especial que he vivido con cada una… Como con Esther y aquél ataque de risa en plena exposición de unos compañeros; nos reíamos del déficit del glutamato en el cerebro, que a la larga produce una enfermedad tan cruel como la ELA (esclerosis lateral amiotrófica) vamos, que aquello no era de risa pero son de estas cosas que no se pueden explicar… O Carmen de azafata, pasándome las transparencias, y esos exámenes donde antes de empezar le tocábamos la barriga a Olga, para que Laura nos diera suerte, que por cierto, pensé que le iba a dar por venir al mundo en alguno de estos… Y rápidamente me vienen muchas cosas más: mi juego del “¿quién es quien? de artistas”, los desayunos, las fotosíntesis con la fila de las Cáncer… Esas clases que me han dejado impartir, incluso de manera extraescolar, las dinámicas, todas las ocurrencias de mis compañeras… Y hablo en femenino porque la inmensa mayoría somos chicas, salvo nuestros dos niños: Juan que es el tío mas currante que conozco, y Alberto que ya quisiera yo ser la mitad de la mitad de lo feliz que es él.
Me estoy olvidando de momentos, y me estoy olvidando gente… pero la celeridad con la que todo pasa por mi cabeza hace que no teclee tan rápido como recuerdo… Los momentos “Cámera café” con Luz, y su forma de conducir… Y Mada, Virginia, Susana, Ángela, Almudena, Miriam… gente con la que me llevo mejor y algo menos, gente con la que no he tenido tanto trato como me hubiera gustado, gente que no volveré a ver y gente que me encontraré en alguna clase futura, en un bar o cruzando una calle… Y mis clases, mis profesores… A pesar de todo el cachondeo he aprendido mucho. Sé los contextos y marcos legales que regulan miles de medidas, proyectos y normativas en materia social; luego la mitad se descuidan o desatienden, pero ahí están… Sé la de trastornos del lenguaje que existen, con afectaciones de origen neuronal, articular… He conocido a Mary Ritchmon (Ángela, el mejor trabajo que hemos hecho nunca, jejeje), sé planificar una intervención laboral (o eso creo) y sé que todo lo que hagas lo lleva a cabo un equipo multidisciplinar, que es un poco el comodín de estas cosas… He hecho mil trabajos de mil cosas, he dormido al personal con exposiciones eternas cargadas de ese lenguaje pedante que a María le chirría… Y ahora, que me quedan algunas cervezas que compartir solo pienso en apurar lo poco que queda… Gastar las fotocopias que me quedan en la tarjeta, tomar un último café asqueroso de la máquina, ordenar todos los apuntes, trabajos y guías, por si en un futuro me sirven… Y con todo esto casi se me olvida las cosas que mas valoré… Esas clases que motivaban a implicarse, a veces desvariadas para quien no posea un punto de locura necesario para saltar de tema y pensar en papeles legales que caen del cielo, o en la auténtica pragmática del lenguaje…
En esta foto, hecha al final de este curso, faltan algunos, pero al verla puedo recordar la ilusión y la incertidumbre que hoy ya está desenredada, casi desatada… Claro que me queda otra aventura, las prácticas, el proyecto, la realidad de todo lo aprendido… Y saltando en el caos que tengo en la cabeza, vuelvo a recordar que esto era una despedida, o un hasta luego… Quizás el “Adiós muchachos” de Gardel era muy rotundo, o tal vez no hay nada adecuado para alguien que no se sabe despedir, o sólo soy alguien que quiere pensar que nunca estará…

jueves, 22 de mayo de 2008

4 DE OCTUBRE EN EL LANDMARK HOTEL


Ya lo conté aquí, Benjamín Prado me ganó. Aún no he tenido tiempo de sumergirme como me gustaría, porque hay autores merecedores del papel, pero mientras, desde mi inseparable ventanita a otros mundos que es el portátil, hago lo que puedo.
Este último descubrimiento es la prueba irrefutable de que no me equivoqué con el amigo Benja, ya que adoro la lluvia, y detesto los paraguas, porque desconozco el suficiente, como el bastante que también me resulta incierto; al igual que el auténtico sentido y naturaleza de un recuerdo… Y tal vez toda la verdad no está en las canciones de Lou Reed, pero me encantaría que las noches duraran para siempre si cierro la puerta… Algo de cierto habrá, si es correcto eso de que las canciones son escapatorias a calles sin salida.


4 DE OCTUBRE EN EL LANDMARK HOTEL

-Si es un sueño no quiero que nada me despierte
-decías con El ángel que nos mira en la mano
y corriendo bajo la lluvia- decías
la tormenta es un tigre,
el tigre tiene un movimiento de árbol
que va entrando en la noche.

Bajo la lluvia,
a solas con tu vida entre cielos e infiernos,
entre nada ya es suficiente y demasiado no basta,
mirabas caer la oscuridad en los parques
-como un sonido de campanas sobre el agua
-y decías una canción es sólo
la forma de salir de un callejón sin salida,
mirabas la oscuridad,
con tu corazón perseguido por los leones,
con tus plumas azules y tus sortijas árabes.

20 años después, mientras me hablas
de pequeñas ciudades
-me pregunto
si un recuerdo es algo que conservamos
o algo que hemos perdido-, de pequeñas ciudades junto al mar,
yo comprendo que sólo fuiste un sueño. Y como dice
Delmore Schwartz en una canción de Lou Reed,
en nuestros sueños comienzan nuestras responsabilidades.

La última playa es fría
y tiene una luz extraña,
una luz blanca hecha de pájaros caídos.
20 años después, desde este mundo
de las cosas tal como son, tenemos
nuestras propias preguntas. y respuestas
que huyen de tu nombre
como animales asustados por un trueno.

El sueño es dulce, sientes
grandes ruedas de fuego en el calor del día.
y Lou Reed también dice
que si cierras la puerta
tal vez la noche dure para siempre.

Benjamín Prado
De "Cobijo contra la tormenta" 1995

domingo, 18 de mayo de 2008

Viaje a Italia III


Llovía a mares, llovía de una forma preciosa, porque todo en Roma es bello, pero creo que fue la mojá más grande de mi vida.
Según los entendidos en la materia, cuando uno está de viaje, puede padecer un síndrome que vulgarmente se llama “el síndrome de querer verlo todo”, y servidora asegura que tal cosa existe.
Cruzamos un paso de peatones, al otro lado de la calle había un coche de policía; caminamos por la acera, acabábamos de pasar la frontera, estábamos en el Estado más pequeño del mundo. La cola era interminable, daba casi tres veces la vuelta a la Plaza. La lluvia se reía de nuestro paraguas y las ventanas de los aposentos de Ratzinger estaban iluminadas. No es que yo sea una entendida en aposentos Vaticanos, pero como todos recordábamos esas imágenes de esas ventanas cuando la muerte de Juan Pablo II…
Algo que no he comentado hasta ahora es que en aquel tiempo aún llevaba ortodoncia, y los problemas que esta me causaba en los arcos de seguridad. Acostumbrada a los cacheos en el aeropuerto, cuando el detector de metales encendió las señales de “Terrorista internacional” suspiré viendo al guardia suizo acercarse a mí. En mi pobre italiano le expliqué que era el aparato… Siempre lo explicaba pero nunca me libraba del cacheo. En esta ocasión fue diferente, debió entender la angustia que de por sí me causaba la ortodoncia, o simplemente tendría mejores cosas que hacer; uno no lleva un uniforme tan total para luego tener que rebajarse a según que cosas. Siguiendo con mis ristras de detalles absurdos, no siempre tuve tanta pinta de española como algunos italianos creían. Estaba dentro de la Basílica, y quería hacerle una foto a mi amiga, pero en medio había un niño que no se quitaba. En mi italiano macarrónico apelaba al niño que se apartara, y el infante no me hacía ni caso, hasta que su madre, una mujer que estaba a mi lado le dijo:

-Pepe, ¿te quieres quitar de ahí que la muchacha quiere hacer una foto?- y es que tal vez los españoles no nos reconozcamos tan bien entre nosotros…
El día continuó, lluvioso y agotador. El agua nos dio una tregua en la Fontana de Trevi… Eché tantas monedas… primero para tener una foto medio en condiciones, y luego porque todas me caían fuera; ya ni recuerdo si algún deseo se ha cumplido, ya no me acuerdo de que pedí. Principalmente se dice que vuelves a la ciudad, y como mi vuelta esta cercana imagino que alguna caería dentro.
Y luego el agua, los autobuses, Piazza Navona, La Boca de la Verdad, El Coliseo, Piazza del Popolo, Castillo de San Miguel… y tantas cosas… El síndrome de querer verlo todo nos estaba devorando, se apoderaba de nosotras más que el frío, más que esa humedad que sentía en mis huesos… Al día siguiente abandonaría esa ciudad para seguir mi aventura italiana, sabiendo que debería volver para poder tomarme un Tartufo en la Piaza Navona con el maldito síndrome y un tiempo más apetecible.

Roma Termini me vio partir, otra vez en un tren, otra vez la maldita pernotazione me hizo ir en el pasillo, aunque esta vez el viaje era mas corto… Un volcán dormido se podía ver desde la ventana, todos nos advertían de aquella ciudad, de su encanto y sus peligros… Nápoles.

martes, 13 de mayo de 2008

Secuestro en el Café Central


Habíamos cenado showarma, como tantas veces, en la Ilustre Víctima. Tras esto, caminamos a la Alameda para tomar algo. Como hacía bastante calor, ya que esto ocurrió hace un par de semanas, pensábamos estar en la calle, algo muy normal en esta bendita ciudad.
Llegamos “al Central”, me encamino a la ventana, y la chica me dice que por favor pida por dentro, pero no me da más explicaciones. Entro al bar con otro amigo, pedimos mientras los otros se quedan fuera, hasta aquí todo es muy normal, me hago sitio en la barra, pido, pago… Vamos a la puerta con todas las bebidas y… ¡Sorpresa! No podemos salir. Hay un tipo en la puerta que me dice que no puedo salir con “copas” Yo, mujer razonable y a veces algo tecnicista le digo que solo son un par de cervezas, pero no hay tu tía… El verano pasado me había pasado algo así cuando a la una y media te quitaban el velador, pero que no me dejaran salir… y máxime estando toda la puerta llena de gente. Mis otros dos amigos entran, bien, ya estamos secuestrados los cuatro, ahora hay que hacer “Acción evasiva”… Esta visto que negociar no funciona… Entonces, cual tebeo de Mortadelo y Filemón, se me enciende la bombilla…
-¡Hay otra puerta!- Mis amigos celebran mi idea, Casi ni nos habíamos dado cuenta porque aquello estaba tan llenísimo de gente que apenas la veíamos, llegamos con dificultad y… Que se le va hacer, yo no soy tan inteligente, había otro tío allí. Era surrealista, por primera vez en mi vida no quería estar en un bar. Estaba llenísimo de gente, de humo, apenas había un rincón para estar parados tranquilamente, pero no podíamos salir, ¡estábamos secuestrados! Tirado por tierra el plan B, mi amigo Kike tiene una nueva idea, basada como no, en la picaresca sevillana… La cuestión era dejar las bebidas en la ventana del bar, salir tranquilamente por cualquier puerta, y volverlas a coger una vez fuera… Tras cuatrocientas repeticiones mías de: “que no, que no va a funcionar, que nos la van a quitar, que lo mismo el de la puerta nos dice algo…” Mi amigo se cansa de oírme, pone su botellín en la ventana y se va a la puerta. Al poco aparece al otro lado. Convencida empíricamente ya, le largo mi cerveza y salgo distraídamente… Y así lo fuimos haciendo todos, saliendo de uno en uno disimulando no sé el qué… La situación era tan kafkiana que una vez que estábamos todos fuera no pude evitar la broma de decir:
-¡Corred y no miréis atrás!- Estas cuestiones legales rozan lo absurdo, ya que imagino que al cumplir escrupulosamente eso de no beber en la calle, podíamos estar infringiendo otra norma, ya que estábamos rebasando el aforo del local… Pero lo mas estúpido de todo es que la ley se llame popularmente Ley Antibotellón (que por cierto, en Sevilla decimos botellona, que la botella es femenina) es que a pocos metros, en La casa de las Sirenas, había muchísima gente haciendo botellona, como hacía yo misma cuando era mas joven. Desconozco si el local tenía licencia de veladores, aunque en esta zona casi todos los bares la tienen, y debo decir que tampoco era muy tarde, no serían más de las doce y media, muy normal para un viernes.
Yo no sé si el fallo está en la ley, en la forma de aplicación o en la de ejecución pero si en Sevilla no te puedes tomar una cerveza al fresquito, algo falla.

sábado, 10 de mayo de 2008

El ajuar de la niña



Mayo, mes de las comuniones y antiguamente de las novias, y servidora tiene una aportación al respecto, o más bien, la niña tiene ajuar.
Si señores, yo, que nací en democracia consolidada, en Europa, yo que llevo media vida en un portátil, que uso gafas negras de cristal degradado (lo más según Vogue) que hombre, no digo que yo sea el paradigma de la modernidad, pero que me considero de mi tiempo, tengo ajuar. Obviamente no por decisión propia, sino porque mi madre, que es otra que va de moderna, me lo comenzó a hacer, hace tiempo ya. Intento remontarme al origen de esta locura, pero no logro aclarar el momento exacto en mi mente… Quizás fue cuando consiguió aquella cafetera por un catálogo de puntos. Ese fue el primer elemento quizás. Es una cafetera americana celeste, que hombre, no es la de mis sueños pero bueno… Es que eso que dicen por ahí, que alguien amante del café sólo bebe buen café es mentira. Yo cuando puedo me tomo un Moka Tall en Startbucks, y en un momento de desesperación sería capaz de beberme el agua de limpiar el filtro recalentada… y soy amante del café of course. Para acompañar, tengo cuatro tazas de café expreso, muy monas, con cucharas a juego, todo en cerámica de colores. Para rematar tengo un pequeño servicio de lechera y azucarero. También tengo una vajilla de plato llano, plato hondo y plato de postre, de seis servicios, decorada en motivos picassianos. Esta también tiene sus tazas de café a juego. Siguiendo con las tazas, tengo al menos nueve de las jarritas de Forges de El País, todas en sus cajas, esperando que yo, en mi futura vida independiente las utilice. Llegamos al conflicto, tengo una mantelería amarilla de doce servicios, teniendo en cuenta mi vajilla, me faltan platos, o tal vez sobran servilletas… ¿Me estoy volviendo loca ya? Tengo cuatro salvamanteles de estos tipo persiana, y lo más absurdo, un paño de cocina, naranja con una cenefa de vacas… ¿por qué sólo tengo uno? Ya puestos hagámoslo bien, necesitaría cinco más. Recuerdo que al comenzar esto le dije a mi madre que andaba soltera, y sin pensamiento de boda… Ella me dijo que no importaba, ya que por lo visto esto es en plan moderno, tengo ajuar de soltera… ¿me está echando de casa? La he amenazado con hacer esta entrada, pero se ratifica en su posición; es más, por lo visto necesito algo que tenían antiguamente, el baúl del ajuar, claro, yo uso cajas de cartón… Y por lo visto lo lógico sería que las monjas llevasen tiempo bordando mis iniciales en sábanas. Sólo puede ir a peor, pero tal vez esto tenga sentido; bien pensado, si resisto la presión, cuando acabe en el piso de IKEA de 30 metros que ya comenté una vez, tendré menaje, además de todos mis cuadros, que también forman parte de mi ajuar digo yo, y ya son cuatro o cinco….
Bueno, cuando me independice, para lo que quedan sendos años, os invitaré a café, porque tazas tengo para aburrir. Lo merecéis porque estoy viendo que la blogosfera son todo ventajas, ya que lo que gasto en Internet me lo ahorro en psicoanalista…

domingo, 4 de mayo de 2008

Sabina y Prado; pasado y futuro


Intentaría contar lo de ayer, pero tal vez no me alcancen las palabras en algunos sentidos. La tarde se presentaba tan calurosa que estar en la calle era casi de locura si no se tenía un motivo de peso… Nosotras lo teníamos, la otra parte de “Bendito descontrol” la que comparte mis iniciales y las canciones (muchas de ellas sabineras) venía conmigo o yo con ella, no podía ser de otra manera. Me voy a permitir suprimir cosas absurdas como la cola que nos tragamos o la incompetencia de las azafatas y los guardias de seguridad, porque al fin y al cabo son nimiedades ante el acto tan grande que luego se vivió.
Se unió lo viejo y lo nuevo, mi juventud con mi incierto futuro, los versos ya sabidos con los versos nuevos, mi poeta de siempre Sabina, con mi nuevo descubrimiento, Benjamín Prado. Este llevaba con sentido del humor el asumir que muchos, por no decir la inmensa mayoría, iban a ver al canalla de Úbeda. Pero Benjamín supo estar a la altura, recitando las canciones que han escrito entre los tres, Sabina, él y una botellita, aclaró. De este trío han salido cosas como “Esta noche contigo” y alguna más, sin olvidar poemas y correspondencia del nuevo libro de Joaquín. El vecino de Tirso de Molina estaba en todo su ingenio, rememorando cuando por medio de Benjamín conoció a Alberti y este y él acabaron “meando en la Real Academia”, riéndose de sí mismo por sus gafas de pasta blanca, “porque en París no había gafas para hombres” y haciendo algunos guiños a Quevedo, otro de mis poetas predilectos. Pero Benjamín supo ganarse tanto a mi persona, que casi podría afirmar que mi momento favorito fue cuando recitó un poema de su último libro al son de palmas por bulerías, y hasta que encuentre otra vez esos versos me quedo en mi mente con el que me atravesó: me gusta cuando tu hablas y se calla Neruda…
Tras concluir el recital, el tipejo manager, editor o lo que fuera, muy solemne dijo: “Joaquín tiene que hacer unas gestiones y ahora volverá para proceder a la firma” y mi amigo Joaquín, que nació para muchas cosas pero no para callarse aclaró: “Vamos, que tengo que mear pero que ahora vengo”. Sobre la firma poco voy a contar porque la verdad que estas cosas marketinianas sometidas al capitalismo de quienes lo organizan no me gustan mucho, pero es lo que hay… Se resume en cola interminable, un tipo que te arranca un libro de las manos y como si fuera uno de esos antiguos grises, te pregunta tu nombre, te esperas y vuelven a gritar tu nombre, mientras te devuelven tu libro, casi maltratándolo… Encima, la dedicatoria de mi Ciento volando de catorce (estaban agotados todos los ejemplares del nuevo libro) es muy corriente, mientras que en la de mi amiga hizo un pequeño pareado; pero es que mi nombre es de difícil rima la verdad… Entiendo que el tema de las firmas funcione así, pero supongo que uno de mis autores favoritos me ha malacostumbrado, y siempre que asisto a una firma suya o una conferencia, tiene con todos sus lectores una dedicación increíble, una atención que no parece que te dé uno de los escritores más vendidos en España y Europa, como es Arturo Pérez-Reverte. Pero como no se puede comparar, yo me quedo con lo cerca que estuve de él y los versos que nos regaló.
Volviendo por la calle San Fernando, con un café en la mano, de esos que te ayudan a pensar, pensé en que desde mis seis años, esta es la vez que mas cerca había estado del trovador de Jaén, y entonces caí en la cuenta de que no sería la última.

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