jueves, 23 de diciembre de 2010

Balances navideños un año más

La tendencia de hacer balances va con la edad, según me dijeron. Tengo esa propensión, suelo mirar al pasado con frecuencia y generalmente, tomo como medida temporal el año… Me planteo que estaba haciendo yo hace un año, como estaba, quienes tenía alrededor… No importa en qué mes o día estemos, es recurrente por igual, aunque sí es cierto que ahora en estas fechas que no son las que más me gustan, suelo hacer esto con algo más de frecuencia.

Ha vuelto a pasar un verano algo diferente, acabando septiembre me encontré con el coche negro que tanto recuerdo en estos meses, y esta mañana volvió un año más el soniquete de los niños de San Ildefonso… En la puerta de la Iglesia del mismo nombre que el colegio de los niños pensaba yo celebrar junto a tantos otros nuestro nuevo estatus de millonarios, pero nada… sigo siendo igual de pobre que siempre… Como puse en mi estado faceboock, sin salud, sin dinero ni amor, cualquier otra se tiraba a la vía del tren; porque sí, mi situación podría definirse así. Pero no haré eso, tal y como estoy para empezar lo de llegar a la vía no sería fácil. Pero haciendo balance me siento con una extraña tranquilidad. Puede parecer que me han pasado muchas cosas en estos casi 365 días que ahora se cierran, y que muchas no son buenas precisamente. Pero no, sinceramente, me han pasado muchas cosas buenas, y de las malas, he aprendido tanto, tantísimo, que casi doy las gracias porque ocurrieran.

En fin, dejando los balances a un lado, todos los años me cuesta lo de felicitar las Fiestas, tal vez porque como a mí no me gustan me resulta raro tener que felicitar algo… Pero el mundo internauta ayuda a hacer esto con algo de dinamismo y humor, y las opciones son infinitas….

Para empezar, se puede contar el Nacimiento de Jesús de una forma actual

O puedo dejaros un Villancico Felino

O incluso fusionar la tradición navideña con los Carnavales de Cádiz y la programación televisiva, todo a la vez…

En fin, esto es más friky y menos clásico que aquella primera felicitación que dejé por aquí hace ya unos años con la Adoración de los Reyes Magos de don Diego de Silva y Velázquez, pero esto es como te coja el día…

Espero que paséis unos días felices junto a los vuestros, o mejor aún, junto a los que vosotros mismos elijáis, espero que comáis mucho y bien, que bebáis mejor aún, que disfrutéis todo lo que podáis y que si hacéis balance como yo, no os duela mucho el mirar atrás…

jueves, 2 de diciembre de 2010

Realismo absorbente




Recuerdo ver este anuncio antes de la fecha que en él figura. Yo no tenía más de cinco años, lo recuerdo porque aún era hija única e iba a la guardería. Una niña feliz, la pequeña princesa de una casa en la que no había más niños que le hicieran sombra. Aún así, no era el prototipo de niña consentida. Además de mis padres, tenía a mi querida Tata, que además de cuidarme me enseñó algo de inglés e italiano, me aficionó a ciertos grupos de música ochenteros, y me bajaba a veces de esa nube en la que las princesas de la casa tienden a subirse en ocasiones.

Yo era una fanática de este anuncio, esperaba a verlo aparecer en la pantalla, me sabía la canción, hacía una especie de baile similar al del trapo. Una afición rara la mía, pudiera haber parecido una premonición de que en un futuro sería una mujer de esas hacendosas, lo que mi madre denomina “una mujer de su casa”, y nada más lejos de la realidad. Yo quería esa bayeta porque sin haber cumplido los cuatro años, en un mundo infantil de Reyes Magos y Ratones Pérez que aún quedaban lejos de mis firmes dientes de leche, yo pensaba que ese trapo amarillo danzaría por mi casa sin parar, y yo con ella, y cantaríamos la canción una y mil veces mientras ella limpiaba. Puede que eso sea lo bonito de los niños, que en su mundo todas esas cosas se vean tan posibles como la noche y el día.

Mi Tata trajo a casa la bayeta al fin. Imagino que mi madre estaba cansada de oírme y le dijo que la comprara de una vez. Entonces muy calmadamente me enseñó la caja. Era ella, salía dibujada igual que en el anuncio. ¡Íbamos a estar bailando en un minuto! La sacó, y la puso en una posición similar a la del dibujo sobre el escurridor del fregadero. Algo no iba bien, se quedaba quieta. Yo la miraba fijamente, como Matilda cuando hacía moverse a los objetos. Mi Tata, dándome una ducha de realidad decía “Vamos… ¡es la del anuncio! ¿por qué no canta ni baila?” yo seguía en mi posición, disimulando una desilusión brutal, pero creo que desde chiquitita era algo orgullosa… “¿Ves? No tienes que creerte todo lo que ves por la tele” dijo ella, dando por finalizada esta historia, con moraleja incluida. Pero yo, antes de irme a la salita con la dignidad que me quedaba la miré respondiendo “Tenías que haber comprado la que salía en el anuncio, no una normal”
Imagino que fabriqué rápidamente la teoría de que la auténtica Ballerina existía, grababa anuncios y demás, pero que no podía estar en todas las casas, como los Reyes Magos de Oriente auténticos no podían estar en todas las ciudades a la vez y elegían representantes… Me habían comprado un trapo amarillo, y yo quería a la estrella televisiva.
Independientemente de esto, hoy valoro aquella lección de realidad que mi Tata intentó darme, aunque yo en un primer momento, preferí mi propia teoría.

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