viernes, 28 de marzo de 2008

Héctor



La canción empezaba diciendo “tengo yo un primo que es todo un maestro, de lo tuyo, de lo mío, de lo nuestro” Pues servidora tiene un amigo que no se queda atrás. Complutense de nacimiento, ciudadano del mundo en la actualidad. Supongo que al igual que Cervantes corrió mil aventuras por el mundo, lo lleva en la sangre, aunque aún conserve intactas sus dos manos, con las que escribe, dirige y tocaba el piano. Con su carácter decidido, como su paisano Azaña, de una forma, tal vez algo casual, se marcó una meta, creó su propio destino, y vaya si lo anda haciendo. Aún recuerdo cuando nos conocimos. Un fin de semana de Feria, yo en Madrid, tan lejos del Real, con la voz de manzanilla y albero… que mala primera impresión. En aquella pijada, dónde tú, amigo mío fuiste elegido. Pensaron que eras apto para hacer el Bachillerato Internacional con CMU (Colegios del Mundo Unido) De la alegría, pronostiqué que acabarías en el colegio que había en Walles, un castillo igualito al de Harry Potter. Erré un poquito, erré bastante. Li Po Chun, en Hong Kong… Que lejos, que diferente, que miedo. Quizás tú eras quien menos miedo tenía, y por eso te embarcaste en aquella aventura… Y antes de partir, recepción en la Zarzuela con Juanca y Sofi… Conociste a Froilán en pijama y casi al final, el rey se acercó y… lo siento mucho, hace muchos años me pediste que no lo contara pero ahora ya no puedo evitarlo, el rey se acercó a hablarle con algún vino que otro de más… Menos mal que CMU me rechazó, yo no habría podido evitar la risa, creando una afrenta protocolaria grave… Tras esto, un billete carísimo y a la desconocida Asia.
Aún conservo aquellas cartas, y digo bien, cartas, epístolas, esas de papel que van en sobres, esas que tengo la sensación de que los niños del futuro no conocerán. Recuerdo que siempre pagaba recargos, porque de escribir tanto me pasaba del peso, y esa dirección… en chino claro, y para colmo recuerdo que durante un tiempo yo mandaba sobres rojos o azulones escritos con bolígrafo plata… Los carteros chinos debían ser unos artistas, y alguno andará miope por mi culpa. Aún conservo la moneda que me mandaste para celebrar el año lunar, recuerdo lo que me reí cuando me contaste que tenías un vestido de torero para las fiestas típicas del colegio, y los contrastes tan grandes de aquella ciudad. Ahí no acabó la cosa, tras sus dos años en Hong Kong, Héctor partió al Imperio. Allí, en Macalester, Minessota, ha aprendido mucho, ha actuado de mil cosas, escribió su propio tributo a Cervantes ¿Kixotadas se llamaba? y lo que más envidio; le estrechó la mano a Salman Rashdie…
Ha pasado mucho tiempo entre unas cosas y otras, y por suerte nunca hemos perdido el contacto, aunque sea por e-mails. De hecho, cuando dentro de unos años yo ande en la zona más baja de la mediocridad, y Héctor sea todo lo grande que se merece, yo venderé nuestra correspondencia en un libro no autorizado. Será un superventas, ya que incluye epidemias, sueños, alegrías, penas, viajes increíbles por Asia, un suculento capítulo lleno de sangre en las crucifixiones filipinas… Y es que has recorrido mucho amigo mío.
Este verano, hablamos por teléfono, y tratándose de tu último año de carrera, te pregunté con algo de sorna que querías ser de mayor. Tú me respondiste que querías ser feliz. Ya has llegado casi al fin, como broche de oro, la dirección de tu particular montaje de La Casa de Bernarda Alba; supongo que estas cosas te dejan la felicidad un poquito más cerca. Una vez vistas las fotos que adjuntas en el correo que me has mandado, estoy sin palabras. Se trasmite en ellas que has hecho un trabajo tan increíble, tan bueno. El espíritu Lorquiano está en cada abanico negro, en el vestido verde de Adela, en los velos tupidos… Hasta el yanquee que hace la crítica teatral, refiriéndose a ti por tu segundo apellido (esta gente nunca aprenderá que además de nombres compuestos los españoles tenemos dos apellidos) ha sabido verlo, al igual que los que te han premiado.
Y poco más te puedo decir, porque tú sabes el placer que ha sido para mí coincidir en esta vida contigo; sólo espero verte pronto, si puede ser, y más que eso, espero que te vaya mejor que hasta ahora, si eso es posible. Supongo que la segunda anula la primera, ya que con ese nuevo proyecto vas a estar danzando por Sudamérica mucho tiempo. A tu manirrota amiga le encantaría ir a México, a ver si se me da bien la cosa y nos vemos en algún aeropuerto, jejeje
Para terminar, espero que te guste esta foto, rescatada de aquél tiempo en que ambos éramos muy jóvenes, y parece lejano; cuando alguien llamado Calderón le puso el mismo nombre a dos de sus obras; tal vez para que nunca olvidemos que La vida es sueño.

domingo, 23 de marzo de 2008

Y eso fue todo

Y ya pasó, tan fugaz, tan intensa, con el eco de esas marchas, esos golpes de llamador, esos sonidos que están algo lejos ya; y llena de todos los olores que sólo encuentro de esta forma en esta semana extinta… La cera, el azahar, los lirios mezclados con claveles, el incienso con regusto a canela, a vainilla… Se van todas esas tardes, esas diferentes compañías, las risas, mis lágrimas atrapadas, todas esas conversaciones, a veces críticas, a veces halagos ante lo que está pasando por delante, que no es algo que ves, en todo momento se trata de algo que estás viviendo.
Y todos los días son importantes, y todos me gustan. Intento agotarlos al máximo, no perderme nada, exprimir mis fuerzas cuanto pueda, y de esa manera llegué al Martes, con una calle que tiene nombre de Iglesia y de Hermandad, y para mí casi nombran a un día, ese día tan azul, puedes mirar al cielo y puedes mirar al frente, y es así, celeste y crema. Y estuve dentro, y como la vi salir la vi entrar, y me preguntaba si alguna vez dejará de encogerse mi corazón al ver aquello. Se deslució el Miércoles y medio Jueves; pero un fiscal de paso salvó su vida, aprovechando los claritos que el Sol decidió regalarle a la calle Feria. Casi sin tiempo de haber digerido este día llegó la Madrugá, y casi se dice todo con esto. Como dato personal, este año el sueño y sobre todo el cansancio, me respetaron más que otras veces, y pude verlas todas, cosa que no hacía desde hace años. Al fin, de tanto mirar al cielo, seguramente lo desgastamos, y un Viernes Santo se salvó; y todos pudimos disfrutar de doble ración Trianera, de un Nazareno llegado de la Costanilla (el del paso y el que vestía ruán) la Soledad inmensa, los Carreteros, Montserrat, todo esto para concluir en dieciocho ciriales que precedidos de un muñidor van camino del fin. Aunque siendo sincera, el fin lo sentí mucho antes; llena de estrenos, iba con mi madre en el coche, y en la radio retransmitían la salida de la Paz; y en estas, oyendo la salida de la primera en la calle le dije a mi madre “¿Te das cuenta de que ya se está acabando la Semana Santa? Es un pensamiento exagerado y a la vez inevitable. Cada día que entraba a mi pequeño feudo en la Avenida, me cortaban un pedacito de cartón con el nombre del día, y con este simbolismo tan absurdo, yo veía agotarse este tiempo, mi tiempo.
El Sábado parecía feo, pero por muchos motivos no merecía lo que más tarde pasó. Era un día muy especial para mí y además era 22 de Marzo, cumpleaños de mi madre. Tampoco incido más, porque ella, al igual que yo, no lleva del todo bien lo de cumplir años. Mejor nos quedamos en ese almuerzo, tan cerquita de La Canina. Los Servitas nunca me defrauda, y disfruté dos veces de esta cofradía. En ese espacio breve de resuello climático, asistí a como al Decreto se le rompía un guardabrisas delante mía, y como llegó el Triunfo de la Cruz, que pararon delante de mí, parece que sabían cuanto me gusta. Y después de esto, vi mojarse a las autoridades, y vi al Duelo corriendo y empapándose. Tengo por máxima no abrir un paraguas delante de una cofradía, pero era tan intenso el aguacero que me vi obligada a hacerlo en ese momento. La lluvia despidió otro duelo, y cada uno se fue… podríamos decir a su sitio, yo, cerca de la Soledad, que es el mío. Descanso en el bar Centuria, con mi madre, que es la única que bien por gusto, bien por amor, sigue a una jartible empapada en todas sus locuras. Con la radio colgada, esperando noticias, pudimos cenar y secarnos un poco. Después foto de esas que dentro de 30 años, pondrán en un concurso de cultura cofrade.
Llegada a la Plaza de San Lorenzo, y llegada casi a la vez del Sacri. Casi una clase magistral de música de este, tomándose el tono con diapasón. Me quedo con sus cosas, se sube a un banco, llega el paso, se oyen las voces de los Ariza, la plaza enmudece, y lo peor es que las farolas siguen encendidas… La entrada es algo rara, menos saetas, mas rápida, pero emocionante claro.
Y casi tan breve como esa entrada pasó para mí esta semana; la Sangre de Cristo mientras escucho copla es un consuelo, porque el Garlochí es un refugio, pero se ha acabado. Me habría gustado ver hoy la Aurora de este día, pero el cansancio acumulado no me ha dejado. De hecho muchas cosas en esta semana no han salido como las planeé, y no me importa, porque he disfrutado tanto de estos días, que el síndrome postvacacional podría devorarme ahora, al pensar que mañana madrugo, que subiré esas escaleras, y esas obligaciones volverán a mi espalda… Pero no lo quiero pensar ahora, es mejor echar de menos Ione, que sólo la escuché una vez, en contraposición al abuso que ha habido este año de marchas Macarenas, en mi opinión claro. Conservo ese trozo de periódico, dónde me dijeron que salía claramente viendo pasar La Paz, y yo casi ni me encuentro en ese “¿Dónde está Wally?” Y me recreo mil veces en todos esos detalles, desandando mil veces esos caminos, esas calles dónde tanto viví, esos adoquines con cera, testigos de todo lo importante, eso que algunos comprenderéis porque lo vivisteis como yo. Ya sólo queda soñar con el año que viene.

sábado, 15 de marzo de 2008

Lo que llega... lo que se va...


Al final era cierto aquello de que era dulcísimo esperarla… Yo me habría parado ahí, pero por otro lado, es increíble lo que llega. La cosa empezó bien; yo siempre había dedicado el Viernes de Dolores a otras cuestiones cofrades, pero este año vi la de mi barrio. Lo más destacable, me sorprendió como anda el palio, mucho mejor que algunos que hacen Carrera Oficial. Después buena noche con buen vino en casa de un buen amigo, cofrade y blogero; con él, su mujer y todos los que estábamos en aquella casa compartimos tertulia y torrijas.
Al final, las cosas se tornan diferentes a como una las planea, y no he podido ir a Torreblanca, espero que Santizo y Carmen me perdonen.
Mañana es Domingo de Ramos, y ya se sabe, a quien no estrena, le cortan las manos. Eso este año no me va a pasar, porque casi todo es nuevo. Entre otras cosas, estreno zapatos de charol, como hice hace casi 19 años. En aquella ocasión me quedé dormida en brazos de mi padre, hipnotizada por el paso de los blancos nazarenos de La Paz. Fue tan profundo mi sueño, que perdí un zapato. Ahora ya tengo una edad en la que espero no estar en tan lamentables condiciones como para que me tengan que llevar en brazos, y volver a casa hecha una Cenicienta… El día empieza pronto, palmas, cerveza con el ilustre bordador y cía, después, La Paz con el cofrade más atípico, ese que tiene más cultura cofrade que muchos capillitas de los que llevan traje y patillas. Me despediré de él hasta el Jueves, es una pena que el trabajo te aleje de esto, pero la vida es así. También este año un penitente de Jesús Despojado hará una penitencia particular durante toda la semana. Alguno llegará del AVE corriendo a la Avenida, para no seguir perdiéndose ese día. No sólo mañana se estrena, y si no, sólo hay que preguntarle a Esther, que hará por primera vez Estación a la Catedral con su hermandad del Polígono. Debe ser algo tan emocionante, tanto, que al recordar emociones ya estoy viendo una ojiva, escuchando una marcha, leyes absurdas de física, matemáticas, que no alcanzan a explicar porque yo cada año me tengo que tragar esas lágrimas… Mi barrio, en el que no habito y es tan mío, con el olor a azahar en Pilatos, con mis manigueteros de Cristo, con ese cirial del palio, con esa Cuesta del Bacalao, ese día azul como no hay otro en el año… Y llegará el Miércoles, y algunos hablarán mientras otros recordamos en El Café de Indias, y sentiré que queda mucho aún, pero a mí se me ha ido ya un poquito de aquello que tanto esperé. Se me vendrá encima un Jueves Santo más, otro sin mantilla ¿por qué? Estigmas de la soltería, ya que quien debe pedirle ese regalo para mí al rey Melchor considera que no se puede ir de mantilla sin novio; espero que se deshaga de este pensamiento, y que el año que viene pueda lucir una. La calle Feria será un hervidero, y espero que el Fiscal del Cristo que ora en un huerto de olivos salga invicto de su particular maldición. Pasión y Virgen del Valle a últimas horas, me parece que se está acabando, pero no lo quiero pensar. Un personaje salido de un velazquiano lienzo viste ruan en esta noche, esta noche fría, única, en la que todos compartimos mantitas, cafés, esperas… Ese mismo ruán lo viste un amigo, hermano y vecino, que anoche me lo enseñó colgado, como quien te enseña los zapatos del cinco de enero que espera recoger llenos de caramelos. El muñidor aparecerá, fascinándome como cuando era una niña, y a lo lejos, el recuerdo de 18 teas, que anuncian un entierro. Es sábado, es mi día favorito, tal vez porque es algo negro, como yo misma, tal vez porque tengo la esperanza de que el tiempo se pare ahí, con los tambores Servitas, con la soledad del anuncio de la derrota de la muerte, sudario negro, sudario blanco… Pero el día continúa, la Soledad, que nombre tan bien puesto, siento que todo se va, un año más, igual que el año pasado, como pasará el año que viene… La seguiré hasta su plaza, y la esperaré junto al maestro Juan de Mesa. Al llegar ella, el silencio será inmenso, y una saeta lo quebrará, y con mis respetos a todos los saeteros, estará el Sacri, que desde un banco siempre canta la que él sabe que es mi favorita, y contendré mis lágrimas con eso de “azucena blanca, hermoso broche de oro de nuestra Semana Santa” Cruzará ese umbral, todos corren a tocar la puerta, y yo estoy quieta, mi madre me coge del brazo, me saca del ensimismamiento, me repongo. Es casi como un milagro, vuelve a sonar Virgen de los Reyes, está en la calle la Aurora del nuevo día, tantos años madrugando para verla, para creer que no todo acaba, y que algunos milagros podrían tener cabida…
Esto es un esbozo, un borrador, algo muy superficial de todo lo que me espera. Se me olvidaba hablar de las saetas de Rafael, mi rubia Mari-pava que está descubriéndolo todo, el abrazo con Marta, compañera de Estación en aquellos años que se me antojan muy lejos, Kike, que no falta, el artista multidisciplinar que anda a caballo entre La Estrella y Santa Marta, mi “primo” Alex, incondicional en la Madrugá, María y Coko, que espero nos acompañen, Santizo, el hombre de la caña, mi reencuentro desde lejos con el músico más guapo de la Banda del Sol, todos esos cafés, las cervecitas, el incienso, la radio, las miradas al cielo con tintes de plegaria; querría ver El Cachorro, querría vivir un Viernes Santo completo… El silencio de la Plaza de San Pedro lo romperá Tejera, un pelícano ha picado su pecho, niños como Ignacio acompañan a un Cristo en un pollino, la Piedad, la Virgen de los Ángeles, Amargura, siempre y eterna…
Deseo que todos los que hacéis Estación de Penitencia tengáis una buena estación, deseo que viváis como viváis esta semana, ya sea así o en la playa, tengáis Salud y Buen Viaje.

jueves, 13 de marzo de 2008

Viaje a Italia II


Esa noche queríamos salir para Roma. Habíamos visto que había un tren nocturno, y a primera vista parecía una idea cuanto menos emocionante… Estábamos pensando si coche-cama, o si conformarnos con asientos… Que monas y que ingenuas que éramos… En Italia hay una palabra clave: pernotazione Podría traducirse en reserva… Resulta que tú compras tu billete y luego pernotas tu plaza, es decir un asiento. Algunos tipos de trenes la traen incluida y otros no; este era así, de forma que al comprar el billete nos dijeron que billete si teníamos pero sitio no. Llamamos a un amigo erasmus que nos dijo que no era tan grave, que la gente sube y baja y siempre quedan asientos libres. Confiadas en eso, compramos nuestro destino a Roma. Al salir yo no tenía ganas de recordar que andaba sin una tarjeta identificativa en el país de Berlusconi y estaba pensando si ir a la comisaría o no. No hizo falta, estábamos en estas cuando a lo lejos se oía:
- ¡Ragazzi, ragazzi! - hago un inciso para recordar que guapo era el carabinieri, y vaya uniforme que tienen… Resulta que esa mañana habían encontrado todas mis tarjetas, documentación etc. En una cabina telefónica de la estación. Todo menos la cartera, que como era algo fea, casi me alegré. En fin, la vida tiene estas cosas, y yo suelo caer de pié…
Recogimos nuestras maletas y recordaré siempre como me alegré en el hotelito al ver en la tele que Rafaella Carrá, imborrable recuerdo de mi infancia, seguía viva y en activo, con un programa que veía la nonna dueña de aquello mientras cenaba su sopa de sobre. Es una despedida algo sui géneris de Venecia…
Miré el pasillo, supuse que era pasillo aunque no había un trozo libre. No me dio tiempo a decir nada; me asaltó una frase que oí luego muchas veces:
- ¿Eres española? Entiendo que no tengo rasgos nórdicos, pero no me consideraba tan castiza como para llevarlo escrito en la cara. El tipo me dijo que los pobres nos quedábamos allí. Empecé a acordarme de mi amigo el erasmus y a pensar que eso de que siempre había asientos libres era relativo. El italiano se llamaba Pepe, que es lo que tiene, te vas buscando el mítico italiano guapo llamado Paolo y resulta que el Giusseppe de turno prefiere que lo llamen Pepe porque suena más español. Viajaba con su amigo Mario, ambos ingenieros que trabajaban en Mestre e iban a Nápoles a pasar el puente en sus casas. Cuando Pepe dijo lo de los pobres era cierto, era como la tercera clase del Titanic, un pasillo muy estrecho y al otro lado los compartimentos de la gente inteligente que compra sus billetes con antelación. Por otra parte habría sido fácil colarse porque el revisor ni lo vimos, claro, no podía pasar, literalmente no cabría. Pasamos toda la noche hablando, sentadas en la maleta, sentadas por turnos en un asiento plegable de la pared, durmiendo de pié,… Recordaré aquello toda mi vida, por subreal sobre todo.
Llegamos a Roma con Luca, un militar de Treviso que también venía en aquel tren. Nos bajamos en Roma-Tiburtina, una especie de apeadero fuera de la ciudad. El frío, la niebla del amanecer, el cansancio y las cabezas bajas hacían de aquello una escena de película de los años 40.
Dedicamos el día a buscar hotel, ver algo de Roma, comer, y sobre todo, en la vida podré olvidar aquella ducha en ese pequeño hotel, con toallas romanas, de esas de tela… Y después de ese baño digno de Faustina, dormí, recuerdo que dormí como si lo hiciera por primera vez. Entiendo que es algo extraño destacar eso, pero nadie durmió nunca de aquella manera en la ciudad de Rómulo y Remo.
La ventana, la lluvia, hombres con sombrero, motos… Empezaba un nuevo día y estaba en esa ciudad en la que son bonitos hasta los ascensores.

Dedicado especialmente a la señora de preciosos apellidos que ayer demandó otra entrega más de este caótico viaje.

domingo, 9 de marzo de 2008

Fin de semana de una costumbrista desacostumbrada



El fin de semana se presentaba bien; liberador, como hace tiempo que no lo hacía. Desatada de trabajos, fotocopias y exámenes, me las prometía bien. Podría contar el viernes, pero se resume fácilmente en cerveza al medio día, peluquería, fiesta de cumpleaños, ron en cantidad y noche algo subreal, como tantas veces…
El sábado, mi resaca y yo nos levantamos pronto para ir a ver la exposición del Greco. Es muy recomendable y a mí me acercó a un pintor que no conocía demasiado. Tras ello, visita fugaz en el museo a mi querida sala VI y aledañas… Por cierto, como hacía mucho que no iba al museo no recordaba el daño que la mala iluminación de las salas hace a quien quiere disfrutar de la pintura, habría que cuidar eso, pero si es cierto que la exposición de Doménikos Theotokópoulos está muy cuidada en ese sentido.
Salí de allí y tras desayunar comenzó un recorrido costumbrista para sevillanos jartibles. Comencé visitando a La Canina, por cercanía y porque uno de mis días favoritos es el Sábado Santo, con todo lo que eso conlleva. De ahí, visita al Silencio, siempre que entro miro con algo de rencor a San Judas Tadeo, a quien los estudiantes inundan de velas. Yo un año se la puse y repetí curso, pero bueno, muchos factores entraron en esa otra historia. Tras salir de allí, peregrinación por una calle llena de jartibles camino de la Anunciación. Salí del Valle, camino de San Pedro, pero mi gozo en un pozo; estaba cerrado. Entré por Doña María Coronel, y empecé a recordar cuantas mañanas había pasado por ahí camino del colegio… Más de ocho años de mi vida, y más de ocho años oliendo cada mañana los bollitos que hacen las monjas del Convento de Santa Inés. Casi sin pensarlo, estaba delante del torno. Pensaba que no quedarían bollitos, pero sí que había, y pestiños… A modo de apunte, me hizo mucha gracia que en toda aquella escena tan añeja, con el torno y la monjita al otro lado, se filtrase a través de la madera el sonido de la caja registradora, renovarse o morir supongo. Nada más salir, tras pensarlo una micra de segundo mi madre y yo decidimos abrirlos. Fuimos comiendo bollitos calle arriba, con azahar de fondo, buscando La Mortaja. Cerrada… supongo que 18 ciriales son muchos ciriales para limpiar. Cerca de allí, volví a encontrarme con esa niña de colegio que vestía una falda de cuadros que llegó a odiar… Esa que cambió de colegio, y esperaba a su madre en San Román todos los días. Había visto esa iglesia en obras, y nunca la había visto terminada hasta ayer. De allí, a La Amargura, rememorando una vez más a esa niña algo más pequeña, que merendaba en la Plaza de San Juan de la Palma los pastelitos de chocolate, esos que venían en papel dorado, y que mi madre compraba en una tienda pequeña, entre el colegio y la plaza. Entrando en la iglesia, violines lloraban amarguras, y el incienso dulcísimo se colaba por todas partes. De allí, casi con pena, partí a la Feria. Cerveza en Vizcaíno, y reencuentro con el cirial más guapo de la Virgen de los Desamparados, que traía su alba en una bolsa, con unas nuevas hebillas, le va a costar encontrar manoletinas de su número pero bueno… De allí a un sitio que más que un bar, es un spá… Hablo de la popularmente llamada taberna del mudo. El dueño es sordo, y tal vez por eso allí no hay el jaleo que hay en otros bares. Es curioso como allí tomando un vino, me surgió la idea para el último trabajo de PB que hay que hacer en vacaciones. Después de aquello rematamos en Jeromo, porque el día lo merecía. Cuando llegué a casa me di cuenta de que estaba muerta, por lo poquísimo dormido en estos días.
Llegó el domingo, llegaron las elecciones, llegó el recuerdo a esa figura que conocí por casualidad, y que luego investigué en aquellos libros de Nicolás Salas. Salvador Dorado, el penitente. Penitente en realidad nunca fue, no así como republicano, que lo era hasta la médula, y salvó al Cachorro de ser quemado, pero claro, tras ello huyó con la milicia a Extremadura, a hacer una resistencia que no resistió, fue encarcelado, fue torturado, se casó de nuevo, ya que su matrimonio civil había sido anulado… pero que triste que todo eso haya sido sesgado por una frase a medias, en un pregón para mi gusto demasiado politizado, más aún tratándose de un día de elecciones; y habría sido menester que las opiniones del pregonero sobre el matrimonio entre homosexuales, el laicismo de la educación y demás cuestiones que a él le preocupan, las hubiera reservado para su columna, la que publica en un periódico que comparte su ideología, y por la cual le pagan, pero bueno, sólo son criterios y para gustos colores.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Miedo




No sé porqué hoy lo digo. Iba a utilizar la palabra “confieso” pero no me parece adecuada, al fin y al cabo no lo hago, puesto que nunca lo he ocultado. A veces, otras muchas veces, y en días malos, yo tengo miedo. Y no hablo del miedo a estar por la noche en tu casa sola y pensar que va a entrar una banda de Europa del Este a robarte lo que no tienes, esas cosas de hecho no me asustan. Pero la incertidumbre de los días, del futuro, el no saber si me estoy equivocando… Y que nadie me entienda mal, hoy no estoy de bajón ni nada parecido. De hecho diría que estoy bastante tranquila. Tal vez eso es lo que me hace mirarlo todo con calma, con algo de perspectiva, y pensar que aunque ahora me encuentre en una serenidad extraña, mañana, pasado o dentro de una hora, voy a leer algo, me llamarán, me vas a decir algo, recordaré aquello… y volverá ese miedo, que es totalmente compatible con la vida, en ocasiones casi necesario. Esto último lo digo porque considero importante esa capacidad que se desarrolla de mirar las cosas, morirte de miedo por dentro, tragar saliva y seguir adelante; yo a veces incluso me río, con una sonrisa algo helada, o con ese humor negro que me sale casi sólo, pero me río. Obviamente nadie te enseña a eso, pero si no lo aprendes, estás perdido.
Tal vez esto aunque no es bajón, si es una reflexión que tengo en mente desde hace tiempo, causada por todos esos que a diario me preguntan mil cosas, pensando (no sé porqué) que lo sé todo; esa gente que me mira, pensando que yo siempre camino sin dificultades, que todo me sale bien siempre, que nunca dudo, que tengo siempre las palabras perfectas… y aunque muchos me conocen algo mejor, sé que hay gente que piensa así. No sé como han llegado a creer eso, no sé como he dado esa imagen; quizás todo eso cambiaría si supieran cuanto miedo tengo.

domingo, 2 de marzo de 2008

Vía Crucis


Antes de nada, me veo un poco en la obligación de pedir perdón a los que me leen y no son muy amantes de la Semana Santa. Lo tienen que entender, a pesar de ideologías, actitudes y demás historias, a mí me encanta, y soy, como dicen por ahí una “jartible”.

Tal vez no se reduce todo al Vía Crucis de ayer, tal vez todo empezó cuando el miércoles fui a ver el nuevo palio de la Virgen de los Desamparados. A pesar de todo lo que se ha dicho y se dirá, a mí me ha gustado bastante, y eso que el bordador no es de mis predilectos. La exposición está bastante bien montada, y se ve el proceso de restauración, limpieza, etc.

Anoche fue el Vía Crucis por las calles del barrio. No tengo mucho que decir; a veces me parece que estas cuestiones son demasiado personales, cada uno lo siente de una manera, y además, las fotos que tengo hablan bastante por si solas.
A modo de anécdota, curioso el efecto del Cristo acompañado por la banda de la Redención. Efectos de esta Cuaresma atropellada que vivimos, que hizo coincidir el Vía Crucis con un concierto en la iglesia de Santiago; de este modo, durante un buen trozo se interrumpió el recogimiento de la capilla musical con un par de marchas.
Como estas cosas no sólo son divinas, sino que también tocan lo humano, tras la recogida ya era algo tarde. Agradeceré siempre a ese bar de amigos que nos dieron de cenar lo poco que quedaba, llegando al extremo que nos comimos dos flamenquines que eran la cena del dueño… Eso sólo tiene un nombre: artista.
Y tras esto, después de demasiado tiempo, fui al Garlochí. Poco se puede decir de un sitio así, quien lo conozca lo sabe, y quien no lo conozca, no sé a que espera para ir. Como recomendación, la Sangre de Cristo, un coctel algo sacrílego pero muy interesante.

Fotos: Diego Ternero
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