viernes, 25 de junio de 2010

El día que no le conocí…


Azares de la vida, hoy podría haber conocido a ese singular personaje, a ese ser irónico y mordaz que a mí me despierta admiración y ternura… Pero no ha podido ser. Puede que me haga mayor, puede que tomara conciencia de que no lo puedo llevar todo a la vez para adelante… He decidido quedarme y hacer algo burocrático que me abre la puerta a seguir mi camino, tal vez esté iniciando una nueva vida con esto.
Me entretengo pensando que tal vez todo habría sido en vano, y a pesar de haber ido, finalmente solo lo hubiera conocido de vista, o con un saludo muy escueto. También fantaseo con que un breve comentario, un chiste oportuno o cualquier casualidad podría haber despertado la exquisita atención de mi admirado caballero. Una conversación con él bien vale un Imperio, pero parece que no el mío, o simplemente como he dicho antes, a veces hay que pensar con la cabeza. Por eso aunque me ronde todo el tiempo la mente el pensar “Que habría pasado si…” no me arrepiento, sé que estoy haciendo lo correcto y que voy a andar sobre seguro, aunque no sea siempre ésta mi tendencia.

Agradezco a quien se preocupó de llevarme a cumplir uno de mis sueños, pero puede que sea mejor así, y quien sabe, tal vez algún día sí conoceré a este señor, y entonces pueda contarle que existió el día en que no le conocí…

viernes, 18 de junio de 2010

Mi amigo Sergio…


Mucha gente dice que un blog es un espacio personal, de intimidad compartida. Muchos otros dicen que es un gesto egocentrista, al considerar que lo que uno escribe le puede interesar a alguien, y puede que también esto sea cierto. Mi amigo Sergio dice que un blog es lo que antiguamente era un diario. Si esto es cierto, el diario de Sergio sería de lo más extraño, un niño empeñado en llenar páginas con calles, edificios, plazas… Eso sí, el bloguero del que hablo no es un egocentrista, él realmente tiene muchas cosas y muy interesantes que contar en su ventana.
Sobre Sergio podría decir muchas cosas más, aunque no lo conocí de niño para saber cómo era su diario. Hará más de dos años que apareció una tarde lluviosa en Vizcaíno. Antes de eso, como a muchos otros, ya lo conocía en cierta manera a través de sus Sevillanadas. Es curioso la polisemia de la palabra blog, pues además de todo lo referido antes, también ha sido para mí, sin proponérmelo, una herramienta para conocer a gente fantástica, como es el caso del General.
Podría seguir cronológicamente diciendo cosas, pero no me salen, se me disparan los recuerdos desordenados a noches de Miércoles Santo y contenedores, a muchas llamadas para preguntar simplemente “¿cómo estás?”, a frases o anécdotas que cuenta con gesto serio y que son para morir de risa. Con ese batiburrillo de cosas es difícil definir o hablar de alguien. También podría tomar prestado el concepto que un día soltó mi hermano al preguntar: “¿Ese quién es? ¿tu amigo el grandullón con pinta de noblote?” Ese también es Sergio, que ojo, esta peregrina descripción fue constatada por Ester (ella es así, sin “h”) y si ella lo dice, ya no hace falta más, así es.
El tres de Julio Sergio dejará de ser un bloguero soltero, aunque tras tantos años con la chica que no tiene “h” muy soltero tampoco estaba. Será en Los Gitanos, no podía ser de otra forma, y espero que el calor de ese día no sea del todo letal.
Es complicado hacer esto, cuando hago algo así suelo ponerme cursi o soltar algún chiste malo para aflojar la tensión; así que es mejor ir cortando ya, y no deseando suerte. No la deseo porque a Sergio y Ester no les hace falta, además, a veces creo que desearla atrae lo contrario, y ya a mi edad no puedo luchar contra mi propia superchería.

Sea muy feliz General, disfrute de su día y de los años que le quedan por delante, no se cabree demasiado, y lo más importante haga un buen ramo de anécdotas para el futuro.

domingo, 13 de junio de 2010

Prevención para la vida y para la muerte


Venimos al mundo desnudos, llorando, débiles, sin manual de instrucciones y sin ninguna prebenda que nos ayude.
Venimos tal cual, nos visten y alimentan, comenzamos a equivocarnos repetitivamente, y esa sucesión de ensayo y error es aprender, que en definitiva es vivir.
Algunos nos intentan ayudar, nos enseñan lo que saben, nos ponen obstáculos para que aprendamos a saltar. A veces nos creemos en una falsa sabiduría, en un dominio inexistente de algo, en un control que no es más que un espejismo. Puede que eso sea lo que provoca un vuelco en el corazón a cada poco, unas cuantas noches de insomnio, miles de cavilaciones y preguntas.
Estas líneas, este rollo macabeo, son las divagaciones de quien ni por asomo se acerca a una idea de lo que le rodea, lo que le depara la vida, su destino. Este variado de palabras torpes son un intento de clarificar lo que no es claro. Estos rodeos plasmados y traducidos a ceros y unos, puede que estén provocados por acercarse al cuarto de siglo de forma fatídica e irremediable, por sentirse tan ignorante como con su primer pañal, insegura como cuando aprendió a andar agarrada a un bote de toallitas, con una incertidumbre que a veces incita, a veces asusta.

Por suerte para mí, hay quien sí supo sintetizar una breve idea de lo que se debe saber a cierta edad, de lo que debe tenerse en cuenta, de lo sustancial e indispensable. Al fin y al cabo, don Francisco tuvo tiempo sobrado para pensar, reflexionar y escribir con maestría. La muerte, como parte inseparable de la vida, la fortuna caprichosa que nos maneja o el paso del tiempo, imparable y justo, son cosas que pude aprender de Quevedo, y es que a veces los conceptos barrocos son más actuales de lo que parecen.



PREVENCIÓN PARA LA VIDA Y PARA LA MUERTE



Si no temo perder lo que poseo,

ni deseo tener lo que no gozo,

poco de la Fortuna en mí el destrozo

valdrá, cuando me elija actor o reo.


Ya su familia reformó el deseo;

no palidez al susto, o risa al gozo

le debe de mi edad el postrer trozo,

ni anhelar a la Parca su rodeo.


Sólo ya el no querer es lo que quiero;

prendas de la alma son las prendas mías;

cobre el puesto la muerte, y el dinero.


A las promesas miro como a espías;

morir al paso de la edad espero:

pues me trujeron, llévenme los días.




Francisco de Quevedo y Villegas

Foto: Por cortesía de Moe de Triana
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