martes, 26 de febrero de 2008

Sevilla para vivir, Sevilla para estudiar




La red inalámbrica “Biblioteca” tiene seguridad habilitada… por tanto, colgaré esto más tarde. Debería andar con las unidades de convivencia generadas por la sociedad… pero no puedo más.
Soy una neurótica, neurótica corregida o tal vez sólo controlada; por eso modero mis impulsos. Aquí, en este templo del silencio, yo siento ganas tremendas de reír, o de algo peor, tal vez ponerme a gritar… Para colmo por los balcones que dan a la calle veo la calle Feria, ahí es nada… yo estaría mucho mejor en El Ambigú, o tomando café en el Horno Monte-Sión… El sol burlón atraviesa los cristales, invitándome aún más a dejar el maletín aquí tirado e irme a disfrutar de un día digno de Domingo de Ramos, o de Viernes Santo, que se merecen un día así.
El trasiego animado de esta calle y las campanas de Omnium Santorum me hacen confirmar que no sirvo para estar concentrada aquí, yo soy una persona de atención dispersa, y aquí me disperso más aún. Para colmo esta noche hay traslado del Amor, y yo estaré repasando y estudiando para ese examen que más que difícil es feo.
Mi mp3 se acaba de quedar sin batería…, y así pierdo otro aliciente… Bajaría a tomar algo, antes de que me dé el síndrome de la clase turista aquí sentada, pero temo no ser capaz de subir. Sigo aquí, con mi neurosis contenida, envidiando a los que guardan sus cosas y se van, que cada vez son más. El sol hace rato que se fue, y ya se han encendido las farolas. No paran de pasar autobuses en los que podría huir, pero soy una chica responsable, una chica responsable con un examen feo mañana y con una disciplina de estudio desequilibrada pero eficaz. Si esto último es cierto, en breve se acabará este mal trago, y usaré la calle Feria para lo que está, para ir a Casa Jeromo; mientras tanto sólo queda cambiar de postura, suspirar, cargar el mp3, soñar con incienso y volver a: generadas por la sociedad, estas unidades atienden a colectivos específicos…


En una de estas, Susana ha bajado a hacer fotocopias, y además de tochos insufribles nos ha traído unos regalos (de esos que Anmi llamaría kichs) con los que hemos estado tonteando un rato como preadolescentes pavas ¡Son bolígrafos con sellos! El mío tiene a La Sirenita… Ante un momento de hastío, algo así es capaz de hacer que al menos te rías un rato.

jueves, 21 de febrero de 2008

Viaje a Italia I

Serían cerca de las seis de la tarde, había anochecido cuando llegamos a Santa Lucía, la estación de tren que está en la parte infirme de Venecia (en la parte firme, en Mestre, hay otra) íbamos a hacer lo que hacen los guiris, comprar un mapa. En ese momento, cuando fui a pagarlo me di cuenta de que no tenía la cartera. Había comprado algo en la cafetería del tren así que pensé que tal vez estaba allí. Corrimos a la oficina; hablando atropelladamente en español, italiano e inglés me dijeron que bajara a la vía porque el tren seguía allí. Nada. Antes de ir a la comisaría fui a “Objetos perdidos” por si había suerte y alguien la había llevado por casualidad. Entré hablando atropelladamente en inglés. Detrás del mostrador había un tipo altísimo, corpulento, todo un armario que los políticamente correctos dirían de color (de color negro obviamente) Se me quedó mirando y me dijo muy serio:
-¿Por qué hablas en inglés?
Me dejó algo desconcertada, pero como un idiota siempre contesta con otra pregunta respondí: -
¿Y tú por qué hablas en español? -Entonces vino la respuesta que menos me esperaba:
-Aquí, en Venecia hasta hace dos días hemos sido españoles- No me lo podía creer. Ya no era sólo el hecho de que no tenía capacidad de contar los siglos que hacía que la Corona Española perdió aquél lugar, sino que en la boca de aquél tordo que parecía más el primo de M.A. que un súbdito de la Casa Real Española… Volver a la realidad fue duro, habría preferido quedarme en aquella oficina en un debate histórico. Mi cartera tampoco estaba allí. No hacían ni ocho horas que estaba en suelo italiano, y ya andaba en un lío. Fui a la comisaría, dónde denuncié en inglés y con ganas de llorar. El dinero no era tanto problema, sólo me habían quitado cinco euros, pero estaba toda mi documentación, mi tarjeta Visa… Lo único bueno es que no andaba indocumentada del todo, ya que justo antes de salir de casa se me ocurrió sacar de paseo el pasaporte, que aunque no era necesario, lo llevé. Me vino bastante bien, sobre todo para registrarme en el hotel más cercano, mas pequeño y más barato que pudimos encontrar. No conté que este viaje carecía de cualquier planificación, sólo teníamos billetes de ida y vuelta, nuestras troleys y algo de dinero… Que se le va a hacer, una es caótica para todo. Para colmo llovía como si el mundo se acabase. Pero esa noche ya empecé a encontrar todo lo bueno que esa ciudad me podía ofrecer; la pizza más buena y más barata del mundo mundial. Llamé a mi madre, sobran comentarios… Transfirió dinero de mi cuenta a la de mi amiga, y como cancelé la tarjeta a los dos minutos, esa parte estaba solucionada. Dormí con el lema de mi querida Escarlata O´Hara, lo pensaría todo mañana, eran demasiadas emociones para ser mi primera noche en Venecia. Me despertaron las campanas de una iglesia cercana. Abrí la ventana, sentí ganas de llorar. Ya no llovía, había salido el sol. Veía torres y tejados bañados por el sol, los canales, el ruido de los vaporettos… Una ciudad que la noche anterior había llegado a darme miedo, me enseñaba ahora su mejor cara, parecía sacado de un cuento. Una vez en la calle decidí que iba a disfrutar al máximo, porque sin DNI también se puede ser feliz. En la cafetería más bonita que vimos nos tomamos el mejor capuchino que había probado hasta entonces... Hay varias leyendas urbanas sobre esta ciudad, como que es cara, pero no lo veo así, aquél café me costó 1,20. También dicen que huele mal. Para nada, huele a agua, como la propia Triana. Claro que es cierto que algunas cosas son caras. Mi hermano me había insistido en que un amigo suyo se montó en una góndola, y el gondolero resultó ser de La Puebla; y como servidora no tiene nada en contra de este pueblo, pero prefiere gondolieris autóctonos… prescindió del paseo, por eso y porque si eres hábil regateando, que no lo soy, el paseíto son unos 70 euros. De hecho, recomiendo disfrutar de Venecia a pié, ya que si estás en la parte infirme puedes ir a todas partes cruzando canales y puentes. Se ven cosas curiosísimas como un entierro, que es un catamarán con su caja y su corona, o como dos albañiles arreglan la calle desde una barquilla.
Esta entrada se alarga y no he llegado ni a la mitad de lo que pretendía contar hoy. Me quedaré en la Plaza de San Marcos… Allí el Empire State del siglo XVI, como a ellos les gusta referirse, la Basílica, y las palomas mas descaradas del mundo. Responden casi al carácter italiano. Estás hablando tan tranquila, sin ofrecer ni comida ni nada y vienen cinco y se te posan encima. Cometí la locura de comprar comida… Un auténtico caos. Lo peor es lo poco que me gustan las palomas… y aunque luego hice un curso de ornitología, yo sigo traumatizada con historias que ya contaré otro día. Aguanté el tirón para hacerme las fotos, porque son cosas míticas y estaba en Venecia, pero en las fotos se aprecia mi sonrisa de sufrimiento…

Al recordar todo esto, tengo muchas fotos mentales, pero en aquél tiempo tenía una cámara mucho más cutre que la que tengo hoy día, y no tengo tantos testimonios gráficos como me gustaría. Menos mal que voy a volver.

martes, 19 de febrero de 2008

Si se callase el ruido...


Mientras me trago las lágrimas, mientras escribo esto, sólo le oigo a él. Sólo oigo a Ismael Serrano. Sale de los altavoces, y está dentro de mi cabeza. La canción resuena dentro de mí, porque sólo me consuela escucharla. No hay nada más cierto, no hay nada que desee más. Son días confusos, son días rojos que decía Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes. Patriotas envueltos en banderas danzan a sus anchas, es tiempo de elecciones… La batalla está ahí fuera, y yo no siempre tengo fuerzas… El ruido me molesta y me ensordece, el estrépito no me deja dormir, y sólo quiero eso, que se calle el ruido, escuchar la lluvia que cae, más y más fuerte, y entonces, tal vez, con la ciudad limpia de sombras y espectros, con todo en silencio, hablaría contigo, te hablaría a ti… y dejaría de hablar en sueños.

sábado, 16 de febrero de 2008

Historias de Martes Santo



Hace un par de años, mi hermano vivió el Martes Santo más angustioso de su vida, o al menos el más diferente, ya que por primera vez en toda su vida, no acompañaba a San Esteban, ni como nazareno, ni como acólito… Ni siquiera estaba en Sevilla. Se encontraba en Alicante, con otra de sus grandes pasiones, que es el teatro. Él regresaba justo la noche de aquél Martes, aunque su autobús llegó tras el milagro en el que un Palio encoje, una ojiva se agranda y una calle tiene el corazón en la garganta.
Estábamos en la Plaza del Salvador, saludando a amigos y hermanos, disfrutando del sol iluminando el paso de misterio, y yo para hacer partícipe a mi hermano le llamé. Iba medio dormido en el autobús, y cuando le desperté con Virgen de los Reyes de fondo, casi se echa a llorar. La banda paró de tocar, y varios músicos estaban parados delante de mí, mientras yo lo consolaba, porque aún no había llegado a Murcia. Conozco a algún músico que otro en esta agrupación, pero aquél día no me hizo falta. El músico que estaba delante de mí se interesó por mi conversación, le pasé a mi hermano, que creo que en este momento comenzó a llorar. Lo mejor fue que hablando yo con este, empezó a correr la voz entre los compañeros del drama humano telefónico que estábamos viviendo, y estos empezaron a decir que la siguiente marcha se la iban a dedicar. La banda empezó a tocar, mientras el paso se alejaba, un quinceañero en autobús sentía El Salvador cerca y lejos, y VR sonaba mejor que nunca (ya lo decía el anuncio, no hay montaña lo suficientemente alta, ni valle lo suficientemente hondo…)
Lejos quedaba ese niño grande del autobús, de ese mismo que con dos o tres años, un Martes Santo, en una de esas paradas en que las madres los sacan para merendar, rompió en esa mítica rampa su varita, separando la caña de la galleta… Y es que los niños por muy cofrades que sean, son cofrades y son niños, y por eso, a veces, cuando son mayores lloran.

miércoles, 13 de febrero de 2008

¿14 de febrero o Venecia sin ti?



Ahora que corazones y cupidos se adueñan de los escaparates, ahora que la gente reserva mesa y andan buscando rosas colombianas, ahora que se compran bombones, yo, pienso en ti.
Nunca podré olvidar lo mal que lo pasé aquel día… Lloré hasta quedar sin lágrimas; pero tú estabas conmigo, con un pañuelo de tela y una paciencia infinita. Jamás se me olvidará esa tarde en la que llovió tantísimo, y nosotros sin paraguas… Nos pusimos chorreando, y lo mejor es que no podíamos parar de reír.
Hemos compartido tantas cosas; tantas canciones, tantas aceras que nos vieron pasar, todos esos sueños, tantos cafés, aquellas conversaciones interminables, todo aquél vino…
Siempre me has apoyado tanto, has confiado tanto en mí… Has debido pasar horas buscando regalos maravillosos para cada ocasión, has tenido tanta paciencia conmigo, me has aguantado tantas manías, has soportado esa neurosis que me ha creado la adicción al cine de Woody Allen… Y de tanto pensar en ti, me está dando una pena increíble el hecho de que no existas, pero en fin, que se le va a hacer.

P.S. En el muy hipotético caso de que existieras, y de que el destino tuviera a bien el cruzarnos en esta vida, que sepas que nunca, jamás, en la vida, de ninguna de las maneras, íbamos a celebrar ese montaje comercial y hortera que es San Valentín…
Y que sepáis que el auténtico símbolo del amor es un pelícano picando su pecho; quien no me crea que esté atento el Domingo de Ramos.

domingo, 10 de febrero de 2008

Arde ese rincón del mundo que es Camden



Estaba debatiéndome entre ir a almorzar o seguir trabajando un poco más. Mientras, hacia zapping sin echar mucha cuenta, hasta que la frase “Camden en llamas” hizo que me parase. No me lo podía creer, el mercadillo más grande, más espectacular y más peculiar del mundo estaba ardiendo. No hay heridos ni nada que lamentar, pero me ha impactado. Recuerdo aquella noche en el MOMA, cuando Moraga y yo estábamos celebrando mi cumpleaños de forma tardía, y yo hablaba sin parar de la ilusión que me hacía saber que en un par de horas estaría pisando Kensington Gardens. Entonces él me dijo que no podía dejar de ir a Camden Town. Tras unos días viendo museos y zonas emblemáticas, tomamos la línea 1 que nos llevó hasta esa zona. Fue en un paréntesis que hicimos el día que tocaba visitar estadios de fútbol, que es una cosa de la que no te puedes escapar si viajas con mi hermano. Con esta forma de turismo que él tiene, me visto en Almendralejo visitando el susodicho campo (no acabo de incluirlo en mis visitas recomendadas). El caso es que llegamos allí y fue increíble. Reconozco que si yo perteneciera a alguna tribu urbana, punk o quizás gótica, lo habría disfrutado el doble. Aún así me gustó muchísimo, e hice mis compritas. Incluso en uno de esos arrebatos, que sólo te dan cuando estás fuera de tu país, me compré una de esas cazadoras de Nepal (ahora se llevan mucho más que cuando yo me la compré) que son de paños de colores, y en mi caso, tienen pinturas por todas partes, gatos entre otros dibujos. Contrasta bastante con mi atuendo habitual, sobre todo por el excesivo colorido. También me compré un blusón indio y alguna cosa más, todo bastante original. Pero lo importante no eran tanto las compras, sino el ambiente, ese ambiente de libertad, de interculturalidad, esa ausencia de prejuicios y ese amor por el arte, que se respira en aquella bendita tierra de perros luteranos. Por esto mismo, aunque el fuego se haya extendido por aquel maravilloso lugar, Camden Town es un espíritu, y eso no lo quema el fuego.

miércoles, 6 de febrero de 2008

La Menina



Llegó hace un par de años, de la mano del Rey Melchor, un lienzo, tampoco muy grande, con una versión algo modernista, de un icono que me gusta mucho, de una forma casi obsesiva, una Menina. Podría ser la Infanta Margarita algo mayor ya, o Isabel Velasco, pude ser yo misma en una vida pasada, o quizás cualquier azafata de la Corte del IV Felipe; incluso podría ser Angélica de Alquezar... Puede ser cualquiera porque no tiene rostro, y a la vez los tiene todos.
Aún recuerdo, como si fuera ayer, hace ya casi ocho años, cuando visité El Prado, y me quedé allí, delante de ese cuadro imponente para mí (obviamente hablo de Las Meninas), que había visto pasar los siglos y los Reyes, a los que Velázquez había mirado de aquella manera penetrante. Miré a mi madre, allí estaba, a mi lado, mirándome casi con lágrimas en los ojos, supongo que de la emoción de verme cumplir aquél sueño.
Como lo hago todo de la misma manera, al fin ayer fui al enmarcador a recogerla. Ya es un cuadro, ahora sólo queda colgarla. De momento ocupará un hueco en el salón, llenando el espacio de otra Menina saqueada; hasta que algún día, quizás muy muy lejano, tenga mi propio piso de 30 metros, amueblado de IKEA, pues es el diagnóstico social más probable; y en ese, mi hogar, recordaré siempre la habilidad que tiene Diego para regalarme cosas que me encantan: muchas gracias por pensar en mí, en aquella galería, dónde ibas buscando algo para tí.
Entiendo que esta entrada puede parecer algo extraña o insulsa, pero yo necesito vivir dándole importancia a estas pequeñas cosas.

sábado, 2 de febrero de 2008

Ya queda menos



En estos días, que ando tan agobiada, que las horas de sueño son escasas, que el trabajo es mucho, y el trabajo acumulado es mucho más… Cuando por las mañanas lo veo todo gris marengo y mi mirada se pierde mareada en una página de word, yo, afortunada de mí, tengo algo que me ayuda a querer llegar al final, una luz al final del túnel, o un premio al final de la cucaña (lo dejo a la elección de lo trianero que sea cada uno). Es la Semana Santa. Tal vez, los que me conocéis algo menos os extrañéis, pero me encanta. Yo, que soy tan republicana, me muero por ver aparecer a la Amargura en medio de su silencio blanco, y comentar con Miguel el nuevo mantolín del San Juan, que espero que José Ramón esté a punto de rematar. También con mi querido amigo, me vuelvo mala, y frivolizamos puntuando la calidad del incienso y por supuesto, la de las bandas… Estoy deseando que llegue el Martes Santo, que por difícil que sea la situación, espero que tengamos un día bueno, y con sol. Chocará a algunos, que yo, que me revelo tanto, y detesto el borreguismo de las masas anestesiadas, dejaré escapar dos lágrimas, junto al monumento de Juan de Mesa, cuando la Soledad, otro año más, entre en San Lorenzo, con el eco de una saeta del Sacri, y me invada la nostalgia de toda esa Semana que se va… Pero no puedo pensar ya en el final, cuando lo que me emociona es el principio y todo lo que tengo por delante. Ir al barrio de Carmen, y cumplir la promesa que cada año le hago a Santizo de que iré a ver su cofradía en sus calles. Esther este año hace Estación de Penitencia por primera vez a la Metropolitana; le queda un caminito largo, pero podrá contar a sus nietos como acompañó a su Hermandad en su primera salida procesional a la Catedral.
Veré a gente que el resto del año veo menos, mi solapa se llenará de lacitos, y haré fotos, disfrutaré de la Plaza de San Pedro en silencio y a oscuras, estrenaré zapatos y llegaré a casa cansada, perfumada de incienso, del olor de los cirios, de las calles… cansada y feliz, como los naranjos del centro que con suerte inundarán de azahar el aire. Volveré a ver esa escena tan subreal, cuando un padre, con su niña en la mano izquierda, su cámara en la derecha, se acerque a Miguel, y tras constatar que es él, Isra, el de Arrayán, el que ve en su casa todas las noches, es él; y cuando le pida que se haga una foto con su niña, él, entre halagado y tímido dirá eso de: si, pero un momento, que está pasando la Virgen de la Hiniesta, ahora me la hago…
Todo esto son anécdotas, banalidades y pequeñas historias de la semana más larga y más corta del año para mí, y son una parte muy superficial de todo lo que implica.
Ando transcribiendo la entrevista de IO, no he tocado el trabajo de PB, y tras la guía de AUC me queda otro de esta asignatura, y algunos más de otras… pero al menos pienso que ya queda un día menos.
Acabo de venir de pasear y almorzar por el centro; en la esquina de la Avenida de la Constitución con García de Vinuesa, había un puesto de incienso. Miguel y yo hemos aspirado todo lo posible, imaginando esa misma Avenida llena de nazarenos, de gente y del propio incienso. Pasando por la Plaza de San Francisco, estaban montando un escenario, creo que para algo del carnaval. Miguel me ha dicho que él no lo veía porque se imaginaba allí a la Estrella, yo sólo he podido volver a pensar eso, ya queda menos.


P.S. Según he leído, otro Miguel, ese que todo lo ve y oye, anda con un texto guardado para dentro de un mes o así. Y aunque ansío leerlo, bien sabes que tú eres de esas personas que puede dormir y que no tienes que justificarte ante nadie. Un beso muy grande y ya nos veremos pronto.
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