lunes, 27 de junio de 2011

La noche que no fui del River




Finalmente parecía que estábamos a salvo, a salvo de una noche con buena perspectiva que se había tornado en todo lo contrario. Joaquín Sabina nos había dado plantón en la ciudad de la Alhambra, nuestra nueva amiga argentina maldecía “los colectivos” que no venían y yo blasfemaba de mi suerte que parecía repeler a los taxis libres… ¿Quién me mandaría a mí haber comprado las entradas tan pronto y no ir al concierto de Sevilla? Pero ya estábamos a salvo, en el primer bar que vimos abierto como habría cantado el Flaco de no haberle dado una pájara aquella noche. Ella se sorprendía de que en aquella ciudad te dieran una tapa así, por la cara… Yo me sorprendía de que ella hubiera llegado a Granada esa misma mañana y su primera noche en la ciudad fuera tan surreal como la mía; dos sevillanas con una porteña en un bar, unidas por un plantón del ídolo de las tres. Entonces, de tanto hablar salió el fútbol, un tema como cualquier otro. Conocía el Betis, aunque por lo visto era más partidaria del otro equipo de la ciudad, cosa que me sentó regular. Yo le conté que siempre había simpatizado más con Boca, a lo que ella con su marcado acento replicó:
- ¿Por qué todos los extranjeros son de Boca? - Ella era del River y su comentario me hizo sentirme algo cateta.
En estos días que el River vive ese infierno que un bético conoce tan bien, con Pavone incluido, me he acordado de ella. No nos dimos ni el correo ni los teléfonos, o tal vez sí, pero no volvimos a saber la una de la otra. No recuerdo el nombre o el sitio del bar, y con el tiempo perdoné a Sabina ese infame plantón… Pero me he acordado de una de esas amistades fugaces, esa argentina que en su viaje por Europa quiso ver a Joaquinito, y que en estos días andará disgustada a causa del equipo de sus amores… Y me ha dado por pensar que son geniales siempre las noches en Granada y que no es tan mala cosa que los catetos extranjeros siempre seamos de Boca.
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