domingo, 23 de diciembre de 2012

Te deseo

Odio la Navidad, mucho, me irrita, me pone triste, me parece falsa, me enfrenta a veces a conflictos sociales de los que no tengo necesidad, pero todo es imposible, en esta sociedad cada vez parece más complicado escapar de ella. Pese a todo, me chirría la simpatía que estos días luce la gente con la que te cruzas, los dependientes de las tiendas, los presentadores de televisión, y obviamente no es que yo no tenga buenos deseos para mis semejantes, más bien todo lo contrario, pero cualquier día es igual de magnífico para ser bienintencionados, amables y solidarios.


Hace unos días concluimos las clases prácticas de Política Social Aplicada, y el profesor que impartía esas sesiones nos regaló a modo de despedida un genial poema de Víctor Hugo que os dejo a continuación. Es tal vez, la mejor compilación de buenos deseos que haya escrito alguna vez un francés, y no tienen una época del año concreta, son extensivos para toda una vida.

Como imagen, pongo aquí el nacimiento de mi casa, que cada año monta mi madre sin mucho espíritu navideño pero con ganas de crear algo bello; este año se ha hartado de pegar paja como podéis observar…

Por último espero en 2013 estar más pendiente de mi blog y de los vuestros, aunque ya no prometo nada, es menos doloroso incumplir algo que no has prometido…

Sin más, los deseos que suscribo



TE DESEO


Te deseo primero que ames,

y que amando, también seas amado.

Y que, de no ser así, seas breve en olvidar

y que después de olvidar, no guardes rencores.

Deseo, pues, que no sea así, pero que sí es,

sepas ser sin desesperar.

Te deseo también que tengas amigos,

y que, incluso malos e inconsecuentes

sean valientes y fieles, y que por lo menos

haya uno en quien confiar sin dudar.

Y porque la vida es así,
te deseo también que tengas enemigos.

Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,

para que, algunas veces, te cuestiones

tus propias certezas. Y que entre ellos,

haya por lo menos uno que sea justo,

para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil,

más no insustituible.

Y que en los momentos malos,

cuando no quede más nada,

esa utilidad sea suficiente

para mantenerte en pie.

Igualmente, te deseo que seas tolerante,
no con los que se equivocan poco,

porque eso es fácil, sino con los que

se equivocan mucho e irremediablemente,

y que haciendo buen uso de esa tolerancia,

sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no

madures demasiado deprisa,

y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,

y que siendo viejo no te dediques al desespero.

Porque cada edad tiene su placer

y su dolor y es necesario dejar

que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste.

No todo el año, sino apenas un día.

Pero que en ese día descubras

que la risa diaria es buena, que la risa

habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras,

con urgencia máxima, por encima

y a pesar de todo, que existen,

y que te rodean, seres oprimidos,

tratados con injusticia y personas infelices.

Te deseo que acaricies un perro,

alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero

erguir triunfante su canto matinal,

porque de esta manera,

sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla,

por más minúscula que sea, y la

acompañes en su crecimiento,

para que descubras de cuantas vidas

está hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero,

porque es necesario ser práctico,

Y que por lo menos una vez

por año pongas algo de ese dinero

frente a ti y digas: “Esto es mío”.

sólo para que quede claro

quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno

de tus defectos muera, pero que si

muere alguno, puedas llorar

sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre,

tengas una buena mujer, y que siendo

mujer, tengas un buen hombre,

mañana y al día siguiente, y que cuando

estén exhaustos y sonrientes,

hablen sobre amor para recomenzar.

Si todas estas cosas llegaran a pasar,

no tengo más nada que desearte.


Víctor Hugo

jueves, 4 de octubre de 2012

Calderón


“Los caballos son como las personas, te ponen a prueba y ven hasta donde llegas tú y entonces saben hasta donde pueden llegar ellos”
  Había caído el sol en esa pequeña ciudad que el Guadalquivir eligió para morir un buen día, y paseando a lomos de  Calderón  me contaba esta verdad tan simple y compleja el monitor de la cuadra.
   Al principio el caballo no me hacía ningún caso; yo había montado muchas veces pero tal vez nunca un equino como este, que me pusiera a prueba, que no fuera manso para dejarse guiar por mí nada más poner un pie  en el estribo. Lo espoleé para que avanzara, llevé cortas las riendas apretando el tiro del bocado para que obedeciera mis cambios de dirección… Comenzó  a obedecer pero manifestaba descontento  cabeceando constantemente. Entonces me di cuenta de que  me podía estar pasando, solté un poco las riendas dejándolas largas y con el simple movimiento del estribo Calderón entendía que debía apretar el paso, obedecía a los cambios de dirección con un leve tirón de la rienda.  A la vuelta sabía que pronto  estaría en su establo y cenaría por lo que comenzó a trotar. Nuevamente volví a tener que hacerme respetar, corregí su marcha y a regañadientes hizo caso otra vez a lo que yo mandaba. Entonces fue cuando me dijeron lo que  contaba al principio, mezclando varios conceptos en mi mente. Es una pena hacerse obedecer a base de castigo, aunque en ningún momento hice daño al caballo, en todo caso será algo molesto para él. La psicología conductista ya desarrollaba la necesidad de utilizar  el “castigo”  como modificador de la conducta, aunque sea una teoría bastante denostada por psicólogos posteriores. Tal vez en esta historia yo no era la mala persona que castigaba a un animal tan bello y noble como aquél caballo hispano-árabe sino que como había dicho el joven y sabio monitor, él me había puesto a prueba y yo había sabido marcar mi límite…

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Las canas, los gatos y los fantasmas



El ahumado de los cristales del AVE puede llegar a confundirte, puede hacerte creer que viajas en un día algo gris cuando realmente fuera del vagón con aire acondicionado como para criogenizar a todos sus pasajeros es extraño que no se derritan las vías bajo el sol.
A mediados de Agosto mi madre encontró algo terrible; mi tercera cana… sí, hubo una primera, luego una segunda y esta fue la tercera. Por suerte desde entonces no ha habido más actividad canosa, gracias.
No sé si George Clooney se ha hecho viejo o si simplemente dejó de teñirse… No sé si me hago vieja yo y si debo empezar a pensar en teñirme como una necesidad y no como una forma de manifestar un trastorno de personalidad, como he hecho hasta ahora.
   Un amigo me comentaba, en una de estas noches de bajón que todos tenemos, que se sentía raro, como estancado, como si todo avanzara y él se quedara parado… Yo ahora pienso que eso no es tan malo, las canas parecen como hojas del calendario, de un almanaque sin freno  o que sé yo… porca miseria


El verano acabó bien, playa, paseos a caballo, vamos, como un anuncio de estos de “¿A qué huelen las nubes?” pero sin hacer el pino.


Historias a lo Cuarto Milenio también hemos tenido, el famoso caso de “Las salchichas al vino”.  Resulta que mi madre decidió que era buena idea llevarnos a la playa unos bocadillos de salchichas, por lo que la noche anterior al día de marras se puso a cocinar el citado plato; salchichas, vino blanco, cebollita…  Como no es aconsejable meter algo recién cocinado y caliente en el frigorífico, las salchichas se quedaron tapadas en su sartencita sobre la vitro. A la mañana siguiente faltaban tres… Digno de Agatha Christie, sí, lo sé. Empezó un cruce de acusaciones de quien había sido el tragón o tragona hasta que mi madre, digna sería ella para formar parte del CSI, observó esto en la cocina:


El apartamento de nuestro retiro playero era un bajo con jardín, jardín cuya reja cerrábamos por las noches pero cuya puerta de cristal y persiana dejábamos abiertas para que entrara el fresquito sanluqueño. Resulta que algo más que el fresquito entró por ahí… Y yo, que siempre he defendido a los gatos grité en mi ira y clamé por un plan de venganza que consistía en envenenar el resto de las salchichas y dejarlas ahí para nuestro felino intruso… Tranquilos los amantes de los animales, no se hizo nada de eso, aunque sí comenzamos a cerrarlo todo a cal y canto aunque eso no ha impedido que el maldito gato hijo de Satán viniera todas las noches al jardín para intentar ver que teníamos de menú…

En fin, casi parece que todo ha terminado ya. Ahora toca echar la matrícula, elegir asignaturas para este curso, perder el moreno, recuperar las ganas de trabajar… Y afortunada de mí, antes de volver a sentarme en una incómoda banca, queda una última escapada a Madrid, Hopper y Rafaello…
Mer y yo dormiremos en el corazón del Barrio de las Letras; muy cerca del convento de las Trinitarias Descalzas, donde se cree que están los restos de Cervantes; así que puesta a sufrir experiencias paranormales o para anormales, según se mire, no estaría mal ver al fantasma del célebre manco o al espíritu de cualquiera de los difuntos vecinos literatos del barrio, soy bastante conformista a este respecto.
  Por cierto, como cotilleo de los vecinos de tan ilustre barrio capitalino, las monjitas del convento antes citado, subsisten gracias a labores de costura y tareas informáticas que realizan para un banco; vivir para ver… 

sábado, 18 de agosto de 2012

Summer






El verano tardó en llegar, se demoró con exámenes, algún trabajo y más horas de las deseadas en lides sanitarias…

Ví caer mechones de mi pelo pensando que con ese cambio radical cambiaría algo las cosas… Ilusa de mí, confiada en esa rara casualidad planetaria me costó tanto adaptarme a los días que vinieron como a mi nuevo aspecto.



El verano luego pareció remontar con días de pereza extrema en los que creí que leería montañas de libros y que al final ni me han servido para terminar con “La reina Margot”…



La Maestranza se vistió de noche, los viajes resultaron kafkianos y las estaciones se quedaron sin autobuses y sin destinos.

Luego vinieron infinitas copas de ginebra a orillas de un río Betis que no deja de buscar el mismo lugar para morir y las grandes inyecciones de vitamina D; siestas al sol, manzanilla buena y regular, playas viejas y discotecas nuevas.

Nos dejó Chavela, y yo sigo con la duda de si llegué a entender a esa mujer… O tal vez en momentos como este si conectamos…



El Sur se cambió por el Norte, el Atlántico por el Cantábrico y un calor inusual templó esos días de sol, playa, campo, brisa y un gélido mar donde creí que nunca me bañaría aunque finalmente se rompió mi creencia.


El futuro cercano pinta en el cielo celeste y seco días breves en Levante, nuevos atardeceres en que el sol busca el Coto para dormirse al fresco.



Aún queda verano, lo mejor del Plan Bolonia es que no hay exámenes en Septiembre, pero hace poco, de algún modo al fin se ha cerrado un ciclo que aunque no era mío, casi me dio la misma alegría que si lo fuera cuando aquella jovencita con bata blanca dijo: No queda nada, enhorabuena.

miércoles, 25 de julio de 2012

Emigrar a Ciudad K






Siempre he sostenido que la frase con la que Dickens empezaba “Historia de dos ciudades” que aludía al mejor de los tiempos, al peor de los tiempos, es una máxima que puede aplicarse a cualquier periodo de la humanidad. Creo que cualquier persona puede adoptarla, yo ahora mismo pienso que vivimos el peor de los tiempos, por motivos muy obvios, y también el mejor de los tiempos, pues de no creerlo de hecho no creería en la Teoría del caos que tantos años lleva dando nombre a este virtual tejado.

Pero me cuesta a veces pensar en el mejor de los tiempos que está por llegar… Tal vez parte de la culpa de que me lance de cabeza a la tremebunda espiral del desastre que nos envuelve la tenga mi querido “Graderío de la Catedral”, mi rinconcillo de opinión en Sevilla Actualidad. Es curioso que con lo descuidado que tengo el blog, raras sean las semanas que no publico una columna que a veces es una gimnasia mental que me deja tremendas agujetas. Cada semana ese artículo me pide un ejercicio de análisis, de reflexión, de coherencia… No niego que como el sarcasmo me rebosa por los poros, en muchas ocasiones alterno temas frívolos, desenfadados o simplemente ligeritos, con otros textos más serios, críticos, amargos y pelín deprimentes… Pero en estos últimos tiempos soy incapaz de saltearlos, todos son del último tipo, me parece casi una falta de respeto a mis pocos lectores hablarles de chorradas con la que está cayendo, incluso me cuesta encontrar chorradas de las que hablar….



Pero en medio de todo esto he descubierto algo que me hace de verdad reír y sorprenderme como hacía tiempo que no me ocurría. Que lo denomine descubrimiento es porque yo me he enterado ahora de que existe, pero seguramente mucha gente antes que yo se quedó prendado de… ¡Ciudad K! Me encanta, disfruto infinito con este género que tal vez podría calificarse como “Humor pedante” o algo así… Me encantan los sermones de la iglesia, el programa “Gente K”, adoro las conversaciones en la peluquería y sobre todo pierdo el Norte con las clases particulares, mis sketches favoritos…













Arriba podía verse algún ejemplo de esto que digo y aquí dejo el enlace para elegir en la web lo que se quiere ver, si es que se quiere ver más… yo ya lo he dicho, me han enganchado y no paro de darle el coñazo a mis amigos con la serie de marras…



Tal vez no sea necesario irse a Alemania, ni a las dos ciudades que retrató Dickens, París y Londres, simplemente sería más feliz si me adoptaran en Ciudad K.

sábado, 14 de julio de 2012

No todas las noches


   No todas las noches huele a la humedad que promete una falsa lluvia… hace poco sí, y podía esperanzarme en un chaparrón que por supuesto no iba a llegar, esto es Sevilla, es Julio y no es el mismo Julio que en Santander o Amberes…

   No todas las noches me emborracho, no tengo siempre ese lujo de alcanzar ese estado mental de no pensar lo que digo, decir lo que no pienso y callar lo que no me da tiempo a decir…

   No todas las noches me dan las tantas leyendo… a veces me vence el sueño, a veces una rara inquietud, y por más enamorada que ande de los personajes de Dumas, dejo las letras sin la tristeza de otras veces y repto hacia la cama…

   No todas las noches escribo, de hecho muy pocas son las noches en que lo hago…. Es una pena, una verdadera pena. Me pregunto donde estará esa chica que escribía sin parar… La mitad de las cosas eran borradas en décimas de segundo, no merecían una vida muy larga, pero al menos no dejaba de escribir… Parece que agoto las letras en cuestiones académicas, en columnas de opinión y que la escritura placentera se resiente de todo esto…

   No todas las noches sueño despierta antes de dormir… Lo intento, me lo propongo, me parece la forma más dulce de conducirme a los brazos de Morfeo, pero no puedo, mi cabeza divaga en cosas mundanas, a veces preocupantes y casi se diría que el sueño viene a buscarme a mí, en lugar de yo a él.

   No todas las noches duermo mal y no todas las noches duermo bien… Sin saber porqué se alternan las del sueño débil, inquieto, leve, agotador con esas otras del sueño voraz que hace que parezca que no podré salir de esa profundidad…

   No todas las noches el zapping te regala una película de Woody Allen u otra joya similar.

   No todas las noches son como la estrellada de Vann Gogh, ni de ronda como las de Rembrant.

   No todas las noches hay canciones de Sabina, aunque si hay canciones de Sabina para todas las noches.

   No todas las noches el mundo se para, eso ocurre de tarde en tarde.

   No todas las noches se pueden escribir los versos más tristes, yo de hecho muy pero que   muy escasas noches puedo trazar poemas…

   Todas las noches, simplemente hay noche

Imagen: La noche estrellada – V. Vann Gogh 

domingo, 1 de julio de 2012

El día en que la vida comenzó, o volvió a comenzar…

Todos los años me quejo amargamente de este día, nunca me apetece cumplir años, nunca estoy preparada para eso… Este año puede que sea peor que los anteriores, en gran parte porque hay más circunstancias agobiantes a mi alrededor y casi podría afirmarse que tengo más motivos que otros años para no querer enfrentarme al 1 de Julio…. Pero no tengo ganas de hablar o escribir ya de esos motivos, la vida es como es, las cosas vienen como vienen, y muchas veces tiene que pasar el tiempo para que se le vea el sentido lógico a todo. Además, por más motivos que yo crea que tengo para quejarme de mi cumpleaños, realmente tendría que estar agradecida; agradecida a quienes se marean buscando regalos que me gusten y quienes se presentan en mi casa con una tarta para intentar que al menos, al tener la boca llena de pastel, no pueda quejarme en un rato… La vida es como es, para lo bueno y lo malo. Hace ya más años de los que me gustaría tener, la vida comenzó, y a estas alturas ya debería saber cuan impredecible puede ser… Con esta tónica algo pesimista había pensado quedarme simplemente con los payasos del Cumpleaños infeliz de Vera Luque Pero estando en estas, me enteré de algo que no recordaba. El 1 de Julio de hace ya quince años se produjo la puesta en libertad de Ortega Lara… Seguramente para él esta fecha es similar a un cumpleaños, y seguramente sí que le parecerá que es como para celebrarlo… La vida viene como viene, y por suerte o por desgracia, nadie puede controlarla, la gracia está en ir sumando años y saber aceptarla.

martes, 22 de mayo de 2012

El Conde de Montecristo – Alejandro Dumas


‑¡Edmundo!  ‑dijo la pobre madre tocando todos los resortes – Edmundo, cuando os llamo por vuestro nombre, ¿por qué no me respondéis –Mercedes-?
‑¡Mercedes! ‑repitió el conde, ¡Mercedes! Sí, tenéis razón, aún es grato para mí ese nombre, y he aquí la primera vez hace mucho tiempo que resuena tan claro en mis oídos al salir de mis labios. ¡Oh, Mercedes!, he pronunciado vuestro nombre con los suspiros de la melancolía,  con los quejidos del dolor, con el furor de la desesperación; lo he pronunciado helado por el frío, hundido entre la paja de mi calabozo, devorado por el calor, revolcándome en las losas de mi mazmorra. Mercedes, es preciso que me vengue, porque durante catorce años he padecido, he llorado, maldecido; ahora, os lo repito, Mercedes, es preciso que me vengue.
Y temiendo ceder a los ruegos de la que tanto había amado, Edmundo  llamaba en su socorro a todos los recuerdos de su odio.

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   Nunca me ha gustado mi nombre; manía, poca originalidad porque es un nombre muy extendido en mi familia alcanzando a mi propia madre, es nombre de coche… historias… sea como fuere, no me gustaba. Pero a veces la literatura, esa poderosa herramienta, ese instrumento que te permite viajar, vivir otras vidas, conocer otros mundos e incluso pensar y sentir como otros hombres y mujeres, me dio  una nueva visión, un nuevo sentido de mi propio nombre, recogido en este párrafo ya expuesto. Es una réplica de la pluma de Dumas, en que el hombre que ahora se hace llamar Conde de Montecristo evoca, repite, explica a la mujer que tanto amó su tormento y su plan; y todo reiterando ese nombre que no había querido pronunciar en mucho tiempo, el de la protagonista femenina de la novela, el mismo que el mío.
 Obviamente no es que me sienta identificada o aludida, pero si es verdad que al leerlo me quedé pensando en cuan bello era este fragmento en el que el nombre que tan poco me gusta se repite una y otra vez…
  Lo dicho, la literatura, que gran prodigio.

miércoles, 2 de mayo de 2012

La casa de mis sueños




   Era un ejercicio de tantos otros que hacemos a diario, cosas que parecen nimias y fomentan la introspección, el autoanálisis y mil cosas más.
  Había que pintar o al menos esbozar, tu casa ideal, la casa que te gustaría tener sin importar dinero, lugar, dimensiones… luego nos poníamos por parejas, a ser posible con una persona de la clase que no conociéramos mucho. Una vez emparejados había que dibujar la casa que creías que era la ideal del compañero o, más frecuente en mi clase, compañera.
   La primera conclusión que saqué es que como me conocía yo más  a mí misma  que nadie, dibujé el interior de mi casa soñada, mientras que de la casa de mi pareja dibujé el exterior.
   La verdad es que acerté yo más con su casa que ella con la mía. Me dibujó un lugar apartado, campo o incluso la soledad de las montañas, donde yo tenía una casa inmensa, creo que incluso con animales. Una especie de rancho con un todoterreno en el garaje.  
   Yo había dibujado, o intentado dibujar una casa que para colmo de realismo, existe, aunque eso no hace más posible que yo algún día viva en ella. Es un pequeño dúplex donde creo que no sería aconsejable tener mayor animal que un gato… No es para nada una vivienda grande, tiene una pequeña cocina y un salón moderado, un baño pequeño, un dormitorio grandecillo y otra habitación que en mis sueños sería un cuarto de estudio, despachito o similar… Y por supuesto, este pequeño piso está en un corral de  vecinos restaurado en una calle muy céntrica de la ciudad.
  No me quejo del dibujo que me hizo mi compañera, no estamos obligados a conocernos todos teniendo en cuenta que somos más de sesenta; pero me intriga que pudo ver en mí, en mi actitud, mis comentarios o mi apariencia física para pensar que me gustaría vivir en un casoplón apartado de la civilización rodeada de prados y caballos…  No niego que como a todos, a veces me tienta el apartarme, incluso a veces bromeo con mi familia cántabra con irme a su casa campestre, a ver caer la lluvia mientras escribo en esa maravilla de piedra y madera…  Los caballos tampoco me disgustan aunque creo que para pasear simplemente, el resto de cosas que implican los equinos son más trabajosas y huelen mal…
   A mi compañera le garabateé una casa grande que le gustó bastante, solo cambió un lago que le puse por una piscina gigantesca.
   Lo más paradójico del ejercicio para mí fue cuando un rato después de haberlo terminado caí en la cuenta de lo absurdo de mi dibujo. Podía elegir cualquier vivienda, no importaba la disposición, el dinero o el lugar, y en vez de inventarme  una  mansión victoriana o algo así, caigo en el realismo más supremo y me ubico en un piso de alquiler municipal que ni sé si llega a los sesenta metros cuadrados, no sé calcular superficies y la escalera me entorpece mucho mis cuentas…
   Definitivamente al haber elegido esa casa no sé si demuestro ser muy realista, muy conformista o muy tonta, aunque ya digo, dudo que pueda vivir algún día en ese sitio…
   Me pasará como a mi Barbie, que en lugar de tener su mansión rosa, yo tenía la caravana…

lunes, 19 de marzo de 2012

El día del padre

A veces la vida es un carnaval, o tal vez el carnaval es la vida… y por eso, pese a no ser muy fanática de las coplas fatalistas, hay momentos en que una letra te sorprende, encuentra el camino a tu alma, te llega e incluso, sin quererlo, te retrata…

Conozco buenos padres, geniales progenitores, incluso conozco a quienes supongo buenos padres en el futuro, cuando la situación se dé. Pero por desgracia esto no es una generalidad.

Escuché el otro día en la radio que fue una maestra madrileña quien animó a dedicar un día al padre, pues este no tenía una jornada, al contrario que la madre. Elegió para tan singular consagración a la figura paterna el día de San José, curioso esto, ya que hablamos de un hombre que con la dignidad que pudo se hizo cargo de un hijo que no era suyo y que para colmo cada dos por tres hablaba de que su padre reinaba en los Cielos, por lo que era público que el buen carpintero estaba ahí para cubrir la reputación de María. Encima Las Escrituras lo fulminan, por lo que ni sabemos que ocurrió con este buen señor, que para colmo fue nombrado “Padre Putativo de la Iglesia”, que vamos, el término tiene guasa marinera. Volviendo al origen del día, años después Galerías Preciados se interesó por esta costumbre y contribuyó a potenciarla con motivaciones obvias.

Pero volviendo al origen de la entrada, hoy, día de los José y los Pepe, día de la Pepa y la Pepi, constitucionalmente hablando, hoy, maldito día sin lluvia otra vez, con las calles gaditanas repletas de piconeras, hoy me quiero acordar de quienes no tienen tanto que celebrar, o por motivos diversos, un padre al que felicitar.

viernes, 2 de marzo de 2012

Egoísmo

Cuando yo era pequeña era hija única, la pequeña de mi casa, una princesita que en su reinado no estaba tan mimada como podía haber estado, pero que vivía en un mundo en que todo era suyo.

La formación pedagógica de mi madre es nada más y nada menos que la que la vida te va aportando, y con esta formación, con la que no le fue tan mal, pensó que era conveniente que con tres años ya era hora de que fuera a la guardería. No resultó traumático ni nada parecido, había muchos niños, muchas canciones que cantar, números y letras para aprender, era agradable. Pero un día mi madre vino a buscarme y ahí puede que la decepcionara por primera vez: “Tu hija está castigada.” ¡Castigada! No lo podía creer, su hija, la princesa de su casa, una niña tan buena, era impensable que la hubieran castigado por algo a ella, pero la explicación que le ofrecieron no dejó lugar a dudas. Yo ni me acuerdo, pero por lo visto un niño me intentó quitar un juguete, y yo, que en mi casa vivía rodeada de juguetes que sólo eran míos, parece que no tenía conceptos muy comunistas a aquella edad, y al ver violada mi propiedad privada, que realmente no era tal pues los juguetes eran comunes, le dí un bocado al pobre niño que le dejé los dientes marcados. Siempre me quedará la duda de si el niño se pasó conmigo, o si el pobre padeció mi ira sin comerlo ni beberlo. Puede que aquel día yo aprendiera a compartir, cosa que me vino muy bien para el futuro, sobre todo cuando dejé de ser hija única y mi feudo juguetero fue desamortizado en parte.

El egoísmo es eso, ese sentimiento visceral e infantil, ese momento en que sientes que algo te pertenece y otros entienden que no es así… La reacción de los adultos es algo más comedida que dar un mordisco, pero a veces resulta igual de dolorosa. Tal vez, esas personas a las que a veces su egoísmo les lleva a herir a los demás no tuvieron en su día un pequeño castigo por no entender un concepto más participativo, de compañerismo y solidaridad.

sábado, 18 de febrero de 2012

“Perder, robar, hurtar”, sutiles diferencias

Hace unos meses perdí en la facultad el cargador del netboock. Me lo dejé bajo la mesa y al recoger con las prisas, se quedó allí olvidado. Al día siguiente no aparecía por ningún lado, pregunté a los compañeros y uno me contó que en la conserjería del edificio 11 estaba “Objetos perdidos”. Fui allí, donde me mandaron a la garita de seguridad, donde finalmente me entregaron el cargador.

Hace casi dos meses, tras acabar un exámen, recibí un correo de una compañera que estaba dirigido a todos los alumnos. Era un texto algo agresivo de principio a fin. La autora decía que alguien le había robado su móvil antes de entrar al exámen. Comentaba que lo había dejado en el poyete de una ventana y que cuando fue a por él, ya no estaba. Tras describir el supuesto robo y el aspecto del teléfono en cuestión, insultaba un poco al supuesto ladrón o ladrona y decía que aunque era una persona maligna, esperaba que le devolviera la tarjeta, pues guardaba mensajes de alto valor sentimental. Me abstengo de comentar lo gilipollesco de todo esto, y creo que la chica ha ganado elegancia con mi reinterpretación de su correo ordinario.

Las cosas son muy relativas según el enfoque que queramos darles. Yo en todo momento supe que perder el cargador fue mi despiste y mi culpa, y me sentí muy agradecida al solidario que lo entregó a los conserjes. Esta chica culpaba a todo el mundo menos a ella, que dejó el móvil alegremente en una ventana. Desde luego yo no estaba allí, tal vez tiene razón y se lo quitaron, pero en ningún momento pareció pensar que en parte ella con su descuido podía haber tenido alguna culpa. Además, tampoco era un móvil muy espectacular, así que no sé si tal vez lo dejó allí más tiempo de la cuenta y fue a parar al mismo sitio que mi cargador. De hecho, al ir a por él, estaba compartiendo custodia con móviles, ordenadores y demás cosas de valor que imagino que estaban allí porque sus dueños también dieron por sentado que se los habrían robado y tras blasfemar en arameo, no se molestaron en

preguntar…

Damos por hecho que la gente es mala, que la picaresca posee a este pueblo español y que burdamente, como decía el vídeo de los Compadres; “Aquí cagas brillante y te roban la mierda”. Yo en el fondo también pienso así, no soy más confiada que los demás, por eso me sorprendí al ver que no iba a tener que buscar mi cargador el sábado en un puestecillo del Charco de la Pava, sino que alguien lo había entregado a quien correspondía. Aunque sí es cierto que en ningún caso pienso que despotricar en un correo sin hacer nada más vaya a servir de algo…

Hace un par de días volví a perder el cargador del portátil, me lo dejé olvidado en otra aula, la misma historia, estaba deseando salir de la facultad tras un largo día y allí se quedó. Nuevamente estaba en “Objetos perdidos”. Por supuesto, la culpa vuelve a ser mía, de verdad que no tengo remedio… Además, como dice mi madre, he tenido mucha suerte dos veces, como lo pierda una tercera fijo que al final alguien se lo queda, parece que voy pidiéndolo a gritos…

Foto: Pedroben, El Ojo Digital

martes, 7 de febrero de 2012

Grandes esperanzas – Charles Dickens

Aquélla era la primera vez que se abría una tumba en el camino de mi vida, y fue extraordinario el efecto que ello me produjo. Día y noche me asaltaba el recuerdo de mi hermana, sentada en su sillón junto al fuego de la cocina. Y el pensar que subsistiese esta última sin mi hermana me resultaba de difícil comprensión. Así como en los últimos tiempos apenas o nunca pensé en ella, a la sazón tenía la extraña idea de que iba a verla por la calle, viniendo hacia mí, o que de pronto llamaría a la puerta. También en mi vivienda, con la cual jamás estuvo mi hermana asociada, parecía reinar la impresión de la muerte y la sugestión perpetua del sonido de su voz, o de alguna peculiaridad de su rostro o de su figura, como si aún viviese y me hubiera visitado allí con frecuencia.
Cualesquiera que hubieran podido ser mis esperanzas y mi fortuna, es dudoso que yo recordase a mi hermana con mucha ternura. Pero supongo que siempre puede existir cierto pesar aunque el cariño no sea grande. Bajo su influencia (y quizás ocupando el lugar de un sentimiento más tierno), sentí violenta indignación contra el criminal por cuya causa sufrió tanto aquella pobre mujer, y sin duda alguna, de haber tenido pruebas suficientes, hubiera perseguido vengativamente hasta el último extremo a Orlick o a cualquier otro.
Después de escribir a Joe para ofrecerle mis consuelos, y asegurándole que no dejaría de asistir al entierro, pasé aquellos días intermedios en el curioso estado mental que ya he descrito. Salí temprano por la mañana y me detuve en El Jabalí Azul, con tiempo más que suficiente para dirigirme a la fragua.
Otra vez corría el verano, y el tiempo era muy agradable mientras fui paseando hacia la fragua.
Entonces recordé con la mayor precisión la época en que no era más que un niño indefenso y mi hermana no me mimaba ciertamente. Pero lo recordé con mayor suavidad, que incluso hizo más llevadero el mismo recuerdo de «Tickler». Entonces el aroma de las habas y del trébol insinuaba en mi corazón que llegaría el día en que sería agradable para mi memoria que otros, al pasear a la luz del sol, se sintieran algo emocionados al pensar en mí.
Por fin llegué ante la casa, y vi que «Trabb & Co.» habían procedido a preparar el entierro, posesionándose de la casa. Dos personas absurdas y de triste aspecto, cada una de ellas luciendo una muletilla envuelta en un vendaje negro, como si tal instrumento pudiera resultar consolador para alguien, estaban situadas ante la puerta principal de la casa; en una de ellas reconocí a un postillón despedido de El Jabalí Azul por haber metido en un aserradero a una pareja de recién casados que hacían su viaje de novios, a consecuencia de una fenomenal borrachera que sufría y que le obligó a agarrarse con ambos brazos al cuello de su caballo para no caerse. Todos los muchachos del pueblo, y muchas mujeres también, admiraban a aquellos enlutados guardianes, contemplando las cerradas ventanas de la casa y de la fragua; cuando yo llegué, uno de los dos guardianes, el postillón, llamó a la puerta como dando a entender que yo estaba tan agobiado por la pena que ni siquiera me quedaba fuerza para hacerlo con mis propias manos.
El otro enlutado guardián, un carpintero que en una ocasión se comió dos gansos por una apuesta, abrió la puerta y me introdujo en la sala de ceremonia. Allí, el señor Trabb había tomado para sí la mejor mesa, provisto de los necesarios permisos, y corría a su cargo una especie de bazar de luto, ayudándose de gran cantidad de alfileres negros. En el momento de mi llegada acababa de poner una gasa en el sombrero de alguien, con los extremos de aquélla anudados y muy largos, y me tendió la mano pidiéndome mi sombrero; pero yo, equivocándome acerca de su intento, le estreché la mano que me tendía con el mayor afecto.
El pobre y querido Joe, envuelto en una capita negra atada en el cuello por una gran corbata del mismo color, estaba sentado lejos de todos, en el extremo superior de la habitación, lugar en donde, como presidente del duelo, le había colocado el señor Trabb. Yo le saludé inclinando la cabeza y le dije:
- ¿Cómo estás, querido Joe?
- ¡Pip, querido amigo! - me contestó -. Usted la conoció cuando todavía era una espléndida mujer.
Luego me estrechó la mano y guardó silencio.
Biddy, modestamente vestida con su traje negro, iba de un lado a otro y se mostraba muy servicial y útil.En cuanto le hube dicho algunas palabras, pues la ocasión no permitía una conversación más larga, fui a sentarme cerca de Joe, preguntándome en qué parte de la casa estaría mi hermana. En la sala se percibía el débil olor de pasteles, y miré alrededor de mí en busca de la mesa que contenía el refresco; apenas era visible hasta que uno se había acostumbrado a aquella penumbra.

Vi en ella un pastel de manzanas, ya cortado en porciones, y también naranjas, sandwichs, bizcochos y dos jarros, que conocía muy bien como objetos de adorno, pero que jamás vi usar en toda mi vida. Uno de ellos estaba lleno de oporto, y el otro, de jerez. Junto a la mesa distinguí al servil Pumblechook, envuelto en una capa negra y con el lazo de gasa en el sombrero, cuyos extremos eran larguísimos; alternativamente se atracaba de lo lindo y hacía obsequiosos movimientos con objeto de despertar mi atención. En cuanto lo hubo logrado, vino hacia mí, oliendo a jerez y a pastel y, con voz contenida, dijo:
- ¿Me será permitido, querido señor...?
Y, en efecto, me estrechó las manos.
Entonces distinguí al señor y a la señora Hubble, esta última muy apenada y silenciosa en un rincón.
Todos íbamos a acompañar el cadáver y, por lo tanto, antes Trabb debía convertirnos separadamente, a cada uno de nosotros, en ridículos fardos de negras telas.
- Le aseguro, Pip - murmuró Joe cuando ya estábamos «formados», según decía el señor Trabb, de dos en dos, en el salón, lo cual parecía una horrible preparación para una triste danza, - le aseguro, caballero, que habría preferido llevarla yo mismo a la iglesia, acompañado de tres o cuatro amigos que me habrían prestado con gusto sus corazones y sus brazos; pero se ha tenido en cuenta lo que dirían los vecinos al verlo, temiendo que se figuraran que eso era una falta de respeto.
- ¡Saquen los pañuelos ahora! - gritó el señor Trabb en aquel momento con la mayor seriedad y como si dirigiese el ejercicio de algunos reclutas -. ¡Fuera pañuelos! ¿Estamos?
Por consiguiente, todos nos llevamos los pañuelos a la cara, como si nos sangrasen las narices, y salimos de dos en dos. Delante íbamos Joe y yo; nos seguían Biddy y Pumblechook, y, finalmente, iban el señor y la señora Hubble. Los restos de mi pobre hermana fueron sacados por la puerta de la cocina, y como era esencial en la ceremonia del entierro que los seis individuos que transportaban el cadáver anduvieran envueltos en una especie de gualdrapas de terciopelo negro, con un borde blanco, el conjunto parecía un monstruo ciego, provisto de doce piernas humanas, cuyos pies intentaban dirigirse cada uno por su lado, bajo la guía de los dos guardias, o sea del postillón y de su camarada.
Sin embargo, la vecindad manifestaba su entera aprobación con respecto a aquella ceremonia y nos admiraron mucho mientras atravesábamos el pueblo. Los aldeanos más jóvenes y vigorosos hacían varias tentativas para dividir el cortejo, y hasta se ponían al acecho para interceptar nuestro camino en los lugares convenientes. En aquellos momentos, los más exaltados entre ellos gritaban con la mayor excitación en cuanto aparecíamos por la esquina inmediata:
- ¡Ya están aquí! ¡Ya vienen!
Cosa que a nosotros no nos alegraba ni mucho menos. En aquella procesión me molestó mucho el abyecto Pumblechook, quien, aprovechándose de la circunstancia de marchar detrás de mí, insistió durante todo el camino, como prueba de sus delicadas atenciones, en arreglar las gasas que colgaban de mi sombrero y en quitarme las arrugas de la capa. También mis pensamientos se distrajeron mucho al observar el extraordinario orgullo del señor y la señora Hubble, que se vanagloriaban enormemente por el hecho de ser miembros de tan distinguida procesión.

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Creo que nunca se me han mezclado tanto las risas con las lágrimas como en las obras de Dickens. Sus personajes excéntricos y humanos, la sordidez y el esplendor, lo snob y lo mundano. Una forma de saber retratar la vida que engancha y echa raíces en quien lo lee, una inmortalidad literaria que hará que muchas generaciones, al perderse en sus palabras lleguen a pensar que muchas generaciones, al perderse en sus palabras lleguen a pensar que Charles continúa vivo.

martes, 17 de enero de 2012

Sin aniversario en el año Austen



Creo que la palabra “desastre” sería buena para comenzar esta entrada, me gusta desastre, como “sin sastre” o algo así vendría a decir… Y es que con los años una tiene sus manías, sus ritos, sus tradiciones, que como todo el mundo sabe, estas últimas en la ciudad de Sevilla son esas cosas que haces más de dos veces. Entre una de esas tradiciones personales y blogueras para mí estaba conmemorar los 4 de Enero el nacimiento de este tejado, este tejado desastroso que este año, para no romper con la tónica de vaivenes que le ando dando, se ha quedado sin su recordatorio. Ya el año pasado lo hice algo tarde, pero este año es que ni caí…
En fin, malos comienzos quieren los gitanos, que se suele decir, y tal vez este despiste inicial augure algo bueno para el largo 2012 que tenemos por delante. Claro, que tal vez todo sea un “pa ná”, porque lo mismo el mundo se acaba y lo de no haber posteado el cuatro de Enero se queda en una tontería como poco…
Hablar del fin del mundo hace que automáticamente piense en el vídeo de arriba, en ese pasodoble y esa Gades sin un sitio donde aparcar… Vienen tiempos duros, de estudiar intentando que el Carnaval no me distraiga, que cosas, espero que el mundo no se acabe, porque si lo hace me voy a quedar con cara de gilipollas después de dejarme las tres neuronas sanas que me quedan en tochos infumables en materia social…

Por otra parte, el año promete ser muy Austen. Ya hace tiempo, en un comentario en un post sobre Emma recomendaba un fantástico blog, que a su vez a mí me recomendó Luís, el de la Calle Feria, desmitificando ese tópico de que los hombres no leen a Jane Austen. Total, que la editora del blog organizó un concurso cuyo premio era un calendario muy pero que muy Austen. Y sin pensar, como suelen ocurrir las cosas buenas, participé y ¡gané uno de los siete almanaques!
Para redondear, Los Reyes, los de Oriente claro, me dejaron en casa la película de Emma; lo dicho, parece que el año comienza Austen.




Esta entrada es un desastre, sin sastre, que no hay quien la cosa como dice “el Andréu”. Parece complicado hilarlo todo, el no aniversario bloguero, el fin de este mundo loco, los exámenes, el Carnaval de Cádiz, Jane Austen, el calendario, la película… Que cosas, que disparate y que lógico me parece todo a mí… será que voy a peor y en este año el tejado deriva a ser más caótico que nunca…
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