lunes, 23 de agosto de 2010

La excepción que confirma la regla


Odio los Martes, todos, no sólo los que tienen el 13 como compañía, sin excepción no me gustan y no son días en los que me pasen cosas especialmente buenas, y esos hechos son fatales para una supersticiosa como yo, pues me dan la razón, y aumentan mi creencia, alimentan mis manías.
En parte creo que no todo lo estrictamente genético se hereda, o es otra casualidad de esas en las que no creo, pues mi madre dice que su padre, mi abuelo, era otro odiador de los Martes como yo. Y conste que ni llegamos a conocernos en esta vida, no pudo decirme nada o predisponerme, pero parece que en cierto modo adquirí esa fobia contra un día dedicado al dios de la guerra.

Sin embargo el martes pasado fue diferente, me han dado una de las mejores noticias de los últimos tiempos.
Desde hace ya muchos puñados de semanas, he empezado un cambio horizontal en ciertos aspectos de mi vida. Rehúso medias tintas, llamo a las cosas por su nombre, pienso en mí, no he dejado de pensar en los demás pero pienso en mí, que no es poco. Esta actitud es buena y mala. Es una purga mental, una limpieza del espíritu, y como en todo, hay quien se toma bien tu cambio y se alegra por ti, y hay quien no lo entiende y se lo toma peor. Pienso mucho en la amistad últimamente, como concepto completo y global, como concepto parcial… Pienso en mí, en los años, en la gente, en el círculo psicoafectivo y el compromiso o la implicación, que son conceptos ligados y que a menudo se olvidan. No me arrepiento de mi cambio ni de las vueltas que ahora le doy a todo. Como sigo siendo igual de supersticiosa que cuando empecé a escribir este post, entiendo esto como algo bidireccional, las señales malas traen malas cosas, y las buenas señales auguran cosas geniales.
Y tras tanto darle vueltas en estos días a tantas cosas y sentimientos amaneció un martes extraño, nada caluroso, gris, que anunciaba lluvia y que estalló en truenos a media tarde. El agua caía como una manta refrescante que lo limpiaba todo, que se llevaba lo malo. El perfume de la tierra mojada invadía el salón de casa mientras yo sonreía y quería seguir riéndome de las bromas y guiños del destino, de las paradojas de la vida y de las casualidades en las que no creo. Resultó que ese amigo del que ya os hablé, al que hace tanto que no veo, se viene un año al Sur, se viene muy cerca, mucho más cerca de lo que él creía. Antonio Gala lo requiere para su Fundación, y allí, entre otros compañeros estará con ese otro amigo del que ya os hablé en otra ocasión, y del que alguna vez robé una imagen para ilustrar entradas, sentimientos y sueños. Y todo eso en un día de lluvia, con lo que yo la amo
La amistad es curiosa, más fuerte de lo que muchos creen. Los giros del azar son impredecibles, y a mí todo esto me parece una confirmación de que no me he equivocado en lo que pienso.

A veces las señales son tan complicadas como la de la foto, a veces es cuestión de saber interpretar, y a veces se trata de equivocarse en la interpretación; y a veces, sólo algunas veces, existen excepciones, y los Martes dejan de ser Martes, y tus supersticiones son tonterías ancestrales.

sábado, 14 de agosto de 2010

Gibraltar


Este es el verano de apretarse el cinturón, es el verano previo a muchas cosas buenas, a muchos cambios, seguramente que será un verano recordado en el futuro, quien sabe si no es el último verano sin cadenas estudiantiles en un tiempo, y también es el verano en que no conocí ni Berlín, ni Praga, ni Irlanda, ni ninguno de esos sitios que recorro en sueños o guías virtuales… En parte por lo primero que referí, en parte porque también hay que conocer España, toca Santander, porque no niego que a veces me invade una vergüenza extraña cuando pienso que por ejemplo conozco la Piazza dei Cavalieri, en Pisa, y hay mucho del territorio nacional que se me escapa… Es el verano en que no puse los pies en el extranjero, aunque debería decir, era, porque al final, de un modo algo extraño, sí que hay escapada a otro territorio.
La cosa es que veinte años no se cumplen todos los días, aunque a mí ya me vayan quedando lejos, pero mi hermano los andaba estrenando. Dice que la idea se le ocurrió al pensar que el año pasado alcanzó los diecinueve paseando por el Barrio Rojo de Ámsterdam, matizo que sólo paseamos, y que este año, de un modo u otro, también quería que estuviéramos fuera el doce de Agosto. Así que nada, por la mañana, mirando el sol que entraba por el techo del coche, pusimos rumbo a Gibraltar, que aunque muchos digan que es español, debería matizar eso, aún a riesgo de enfangarme en temas de nacionalismos que me tienen pelín cansada… Yo creo que se sienten británicos y andaluces, o esa es mi impresión. De todas formas, España cedió ese territorio a los hijos de la Gran Bretaña, con presión, pero los cedió…

Ya habíamos estado en el Peñón, pero hacía tantos años que no recordaba lo curioso del lugar. Llego a ponerme pesada, pero sin duda, lo mejor es el habla de los habitantes. Que un policía inglés, uniformado como tal, en la frontera te diga: “Er DNI zeñorita” es impresionante, sobre todo porque al segundo están hablando fluidamente en inglés, o en la mezcla de los dos que es mucho mejor. Expresiones como la de un amigo que se encuentra a otro y le dice: “Hi! ¿qué estás de hollydays?” son adorables, o conductores de autobús que hablan gaditano pero tienen que esforzarse en calcular el precio en euros de las cosas. De hecho, esto de los carteles en inglés, los precios en Libras, oír parla luterana, hacían que tuviera el impulso de hablar yo también en esa lengua, pero era tan absurdo, cuando todo el mundo podía entenderme en mi sevillano moderado…

Gibraltar posee grandes encantos para una familia como la mía, el gusto del alcohol en sus variantes más preciadas, el que se bebe y el que te perfuma, ambos a precio razonable. También la gente aprovecha para llevarse tabaco, pero nosotros somos otra clase de viciosos; viciosos de esos que respetan escrupulosamente la cantidad de determinados productos que pueden pasar la frontera, y que luego se arrepienten de sólo llevar ginebra y algunos perfumes, cuando ni nos registraron ni nada…

También me resultó interesante que allí se encontrara el cementerio de los caídos en Trafalgar, caídos del lado inglés claro, que fueron enterrados cerca de donde nos ganaron, pero nosotros nos llevamos por delante al mítico Nelson.

Subir al Peñón para ver a los furiosos monos, los túneles que sirvieron de refugio en la Segunda Guerra Mundial, cuando Franco quiso aprovechar la cercanía para apuntarse un tanto, o el monumento a Hércules que recuerda como este separó Europa de África para dar paso al Atlántico, tendrán que esperar a otra visita. No disponíamos del tiempo suficiente para disfrutar de todo aquello. Por otro lado, si que llegamos a Punta Europa, un nombre muy obvio para ese lugar donde los griegos acuñaron lo del “Non plus ultra”. El viento daba vueltas agitado, revolviendo el mar, la arena, nuestro pelo… Volví a pensar que cerca está África, casi parece que la alcanzas con la mano. Que cerca y que lejos, que sueño más inalcanzable para algunos, que costoso, que duro…

Las pintas de cerveza, los cañones, los incontables peluches de monos, su propia moneda, hacen de aquello un lugar peculiar. Que sigan teniendo un Mark Spencer, los muffins, las galletas, convierten a ese sitio en una fusión perfecta entre dos ciudades que me encantan; Cádiz y Londres.
Me paso el día bromeando con que quiero pedir una Erasmus a Gibraltar, mejoraría mi inglés, estaría cerca de casa… tendría lo mejor de cada cosa…


Volvía como me fui, con la canción de “Los mártires del compás” dándome vueltas dentro de mi cabeza: al lado un bocado de Londres, enfrente África, Algeciras que se esconde, La Línea que viene y va…






viernes, 6 de agosto de 2010

MSC


Ayer me acordé de ella, buscando a otra persona en la agenda del móvil caí en la cuenta. No sé si soy tan tonta y nunca me había percatado de ese pequeño detalle, no sé si después de un curso pasando lista y poniendo nuestros nombres en portadas de trabajos, no me había dado cuenta de que ella y yo tenemos las mismas iniciales, MSC. Total, una chorrada como cualquier otra, una de tantas tonterías mías que quedan en la intimidad del diario y la cotidianidad. Pero al acordarme de ella me di cuenta de que la echo de menos. No sé si la extraño a ella concretamente, o a lo que representa, o a como es… Mi hippy trasnochada, mi mejor amiga de treinta y tantos, mi compañera de banca, a la que hace ya demasiado que no veo…. Pensé en como estoy ahora, en la ociosidad excesiva que a veces lleva al cansancio injustificado, a la desgana… Le doy a todo demasiadas vueltas, me sobran horas para pensar, y ojo, en cierto modo pienso que las necesito pero por otra parte, quizás vaya a sobrepasar el límite…. Y con esta nimiedad de las iniciales me he acordado de ella, y he imaginado lo que me diría si desmenuzara ante ella todo lo que me ronda. Tal vez ni me haría falta decirle mucho, tres frases podrían bastarle para que comenzara a sonreír, me dijera que aún soy joven, me dijera su opinión, me contara una anécdota, o quizás alguna tontada que nada tuviera que ver para que yo relativizara todo… Acabaría mirándome, soltando alguna sentencia blanca de las suyas del tipo: “Ay, eres tan mayor, y a la vez tan pequeña” Y yo me reiría y haríamos la fotosíntesis en el banco más cercano, que no es algo que me guste especialmente, pero sí con ella, con ella me sienta bien.
A veces ve cualidades en mí que ni sabía que tenía, que nadie más ve. A veces creo que confía demasiado en mí, en mi capacidad de solucionarlo todo. A veces es capaz de pintar la realidad con unos trazos tan claros como nadie puede dibujarla, y le gusta llamar a las cosas por su nombre, aunque sea capaz de crear un mundo ideal y fantástico, a su medida, con sus propios colores.
Y me parece curioso haberme acordado tanto de la pintora poeta a la que imagino en su pueblo y el de Martínez Montañés, feliz con los suyos. Pero quien sabe, puede que la llame, o le escriba un correo, o un mensaje en alguna red social, para enseñarle la entrada y que se ría un rato, y puede que volvamos a tener una conversación breve de esas, de MSC a MSC.

martes, 3 de agosto de 2010

El límite de la tolerancia


Me da pena haber hecho lo que he hecho, pero sinceramente, no había necesidad y a fin de cuentas el blog es mío.

Creo que en los cerca de tres años que llevo de andanzas blogueras sólo he borrado dos comentarios, y porque su contenido, además de no tener nada que ver con el tema del que se trataba, excedía los límites de la educación y el saber estar que se supone, debe tener alguien a la hora de participar en algo así; y de todas formas, siempre expliqué el porqué de la eliminación, incluso más de una vez he tenido el impulso de borrar algunos más, pero no lo hice, me considero bastante tolerante y en ocasiones estiro el límite. Al fin y al cabo, lo mejor de un blog generalmente son los comentarios, y de todos se saca algo. Puede que por esto mismo me animé a poner un contador de reacciones, y lo hice del modo que muchos habrán visto, incluyendo tres opciones: Me gusta, Interesante y Patético. Evidentemente, todo el mundo es libre de pulsar la que quiera, la que más conveniente le resulte en base a lo leído. Y por supuesto, sabía que algún Patético me podía llevar, pero no me importaba, me gusta la crítica constructiva y argumentada, y pensé que me ayudaría esta calificación a escribir mejor, a saber lo que gusta y lo que no. Pero sinceramente, lo que no estoy dispuesta a tolerar es lo ocurrido, pues alguien, o más de una persona, lejos de contribuir, imagino que pretenden molestar o algo pues tienen el entretenimiento de entrar y clicar en “Patético” en todas las entradas de la página principal, casi a diario. El fallo en parte es mío, no era el mejor sistema pues evidentemente eso no es crítica constructiva, más bien parece otra cosa, no sé si una cuestión personal o aburrimiento puro y duro. No hay argumentación en un simple clic, pero creí que sería orientativo; sin embargo ha resultado que se trataba de una de esas cosas buenas, de las que el personal hace mal uso.
Siento si he mutilado el pasatiempo veraniego de alguna persona, pero a partir de ahora, las opiniones volverán a ser a la vieja usanza, con un comentario. De todas formas, a modo de consejo, quien considere tan patético este blog no tiene porqué pasarlo mal entrando aquí con esa frecuencia, puede dedicarse a otros menesteres, y si quiere bloguear en condiciones, en la columna de la derecha hay un puñado de sitios que podrían gustarle más que este.
Ya lo dije al comienzo, me da pena, pero hasta mi tolerancia tenía un límite.
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