sábado, 31 de julio de 2010

Toy Story 3



Los niños estaban locos por ver esta película, niños de veinte años o más, pero niños que eran más niños cuando se estrenó la primera, e incluso la segunda. Quizás ha merecido tener que esperar tanto tiempo para poder ver una secuela tan maravillosa y divertida como las anteriores. Se conservan intactas la frescura y el humor de Woody y sus amigos, incluso la ternura se mantiene; sobre todo al final de la película, antes de los geniales títulos de crédito, (canción de los Gipsy Kings incluida)… Y ya contamos con un cuarto de siglo en la espalda, pero te da por pensar qué fue de tus juguetes, recuerdas el destino que les diste, y puerilmente imaginas que tu decena de muñecas Barbies estarían bien, pues se las diste a tu prima, que sí jugaba con ellas, mientras tú, según decían, te estabas convirtiendo en una mujer, y preferías llenar tus estanterías con otras cosas.

Totalmente recomendable esta tercera entrega, y es que Toy Story, pertenece a ese selecto grupo de películas que desafían al refrán de “Segundas partes nunca fueron buenas”, y la tercera sigue en esa línea. Y es que es triste, no sigo para nada la saga de Crepúsculo, me costó mucho ver El Señor de los Anillos y lo hice más por casualidad que por interés, pero sin embargo, recomiendo que niños de todas las edades no se pierdan las aventuras de estos juguetes; eso sí, es recomendable que primero se les pongan a los niños más pequeños las dos primeras, que se estrenaron mucho antes de que la mayoría naciera, y así no se aburrirán, al contrario que los niños que había en mi sala, pues lo dije antes, los niños incondicionales que no pestañeábamos éramos los que teníamos ya la mayoría de edad sobrepasada.

miércoles, 21 de julio de 2010

El Moisés




Cuando Julio II encargó a Miguel Ángel su mausoleo se trataba de una composición magnánima, de más de cuarenta esculturas. De hecho, Miguel Ángel pasó más de medio año en Carrara, escogiendo enormes y magníficos bloques de mármol. Una obra sepulcral grandiosa, un edificio libre situado en el mayor templo de la cristiandad, de compleja iconografía, con relieves de bronce, todo coronado con el enorme sarcófago que albergaría los restos mortales del Santo Padre. Una obra escultórica y arquitectónica que habría asombrado al mundo.
Pero el “Papa Guerrero” dicen que convencido por Bramante, el arquitecto de San Pedro poseído por la envidia, cambió de parecer y dedicó sus esfuerzos y sus fondos a la remodelación de San Pedro, se desveló con la Basílica y desterró su mausoleo a San Pietro in Vincoli. Cuentan que Miguel Ángel se sintió traicionado y aunque como desagravio le encargaron pintar la Capilla Sixtina, nunca se repuso de aquél episodio. Su proyecto, aquél que se podía haber convertido en el cénit de su carrera, fue considerado por el artista como el fracaso de su vida. De hecho, el fracaso se ligó con la obsesión, y desde 1505 hasta 1542 Miguel ángel fraguó seis proyectos diferentes. Cada uno de ellos era más reducido que el anterior, cada concepción simplificaba más aún el monumento funerario de Julio II, pues los sucesores de este renovaban el contrato cada vez con fondos más escasos.


Quizás, en un primer golpe de vista, lo que capta la atención de quien entra en San Pietro in Vincoli sea esa hilera de columnas que pertenecieron a Pilato. Al fondo, a la derecha puede verse una estructura de dos pisos donde descansa Julio II; y ahí está él, el Moisés de Miguel Ángel.
Su faz marmórea rebosa expresividad. Conserva en su cerviz la grandeza de quien lideró al pueblo elegido contra los Egipcios y los condujo a través del desierto. En su rostro se contiene rabia, cierta ira, pero también una expresión resignada, el intento de dominarse a sí mismo. Dicen que representa el momento en que Dios, tras darle las Tablas de la Ley, le anuncia que no verá la Tierra prometida. Otras teorías afirman que capta el instante en que ve a su pueblo adorando al becerro de oro. Sin embargo, hace poco leí que es un autorretrato, en cierto modo, del propio Miguel Ángel. Su frustración ante su mecenas, el dolor por sentirse menospreciado, la rabia que sintió al arrastrar durante años un encargo que nunca cumplió sus expectativas. Personalmente, habiendo visto su portentoso David, o la magnífica serenidad de su Piedad, yo siempre me he quedado con el Moisés, tal vez por su sencillez, por el delicado trabajo que entraña algo a simple vista sencillo. Tal vez, el artista florentino no imaginaría que la obra que para él era el recuerdo de un fracaso, para muchas personas, como yo, sería la síntesis de su arte.


A veces, como el propio Buonarrotti, nuestras expectativas son muy altas, demasiado altas. A veces, no cumplirlas nos decepciona y en cierto modo nos frustra. A veces, ni tan siquiera tenemos un Papa irascible como era Julio II, que llegó a atizar con un bastón a Miguel Ángel, a veces somos nosotros mismos los que nos damos bastonazos y no nos permitimos disfrutar de nuestros logros, pues no son tan buenos como creíamos que iban a serlo.


Esta entrada está dedicada a quien por mucho tiempo ha sido el profesor sin pretenderlo, de Historia del Arte de cierto sector de la blogosfera hispalense.
Espero que su reflexión veraniega no le lleve a cerrar su puesto de agua; espero que se convenza de que a pesar de no haber realizado el que podía haber sido el mayor monumento funerario del Renacimiento, sea capaz de valorar que sin cumplir todas sus expectativas, puede crear un Moisés elegante y bello, y un puesto de agua, que con más o menos frecuencia en su actualización, a muchos nos gusta visitar.

viernes, 9 de julio de 2010

Consejos veraniegos





El verano, tal vez por su naturaleza relajada o por la espiritual experiencia de la siesta, que se fomenta más que en otras épocas del año, es un periodo estupendo para la reflexión, la meditación, la conversación, la tertulia y ¿por qué no? La filosofía.
Mi hermano y yo, que nos retrotraemos en momentos del día a tiempos de la infancia ya pasados, en los que sólo hablas de chorradas cargadas de verdad, andábamos el otro día disertando sobre temas marítimos, más concretamente del baño playero, otro momento para mí de alto contenido disertativo. Atendiendo a la máxima de “al mar hay que tenerle respeto, no miedo” pues él y yo siempre fuimos de esos que dicen “hasta la boya y me vuelvo”, concluimos que todo se reduce a dos reglas básicas: No te bañes borracho, y es mejor estar donde no haces pie, pues nunca sabes que podrías pisar. Mucha gente no está de acuerdo con esto último…. ¡ay! ¡Que equivocados están! He comprobado en mis propias carnes cuanto de cierto hay en eso de no tocar fondo, y no fue queriendo; es decir, no es que por mi afán investigador y empírico dedique mis escasos y salteados días de playa a demostrar esa teoría. Lo recuerdo y me entran escalofríos… estando en animada conversación con mi madre dentro del mar, de pié, con ambos pies en el fondo, noté como algo mordía mi pie derecho… No me dolió, lo que fuera no tenía unos dientes muy allá pero… ¡Buaaaa! Lo dicho, escalofríos al recordarlo… Una sensación desagradable, un repeluco… Menos mal que ese amor que hay en mi familia por las playas semi-desiertas hizo que mis chillidos de histérica tampoco formaran el jaleo que podían haber causado en alguna que otra playa que se me viene a la mente…

Así que como cada uno aporta lo que sabe, este es mi consejo veraniego, el fondo del mar no es lo que parece…

jueves, 1 de julio de 2010

El cuarto


Le he dado muchas vueltas a cómo afrontar esta entrada por tercera vez… incluso pensé no poner nada. Este año parece que mi desgana al pasar la barrera del 1 de Julio aumentó… La edad, las manías, o simplemente que no es mi momento imagino que se han sumado este año que alcanzo el cuarto de siglo.
Quisiera que fuera cierto eso de que cada año se es más sabia y no más vieja, creo que ya lo dije alguna vez, pero es que cada vez siento que sé menos; o puede que últimamente esté aprendiendo tanto que el contraste es muy grande.

Siempre cumplí años cuando concluía el curso, y en cierto modo mi calendario se ajusta más a cursos que a años naturales. Esta nueva etapa traerá muchos cambios, nuevas aulas, nuevos compañeros, libros… e incluso al fin seré usuaria del metro sevillano, el cual aún ni he probado.
Espero al fin centrarme dentro de mi desorden natural, no olvidar como he llegado hasta aquí (aunque no esté muy lejos), renovar el DNI, que el hígado me acompañe, que las personas vayan, vengan y se queden, según sea mejor para ellas y para mí.

De todas formas, por poco que me guste esto, siempre me agrada seguir cumpliendo con vosotros.

El año pasado Ludwig me dijo que lo peor era a los veintiséis, cuando te das cuenta de que los treinta están cercanos… vaya tela como tenga razón….
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