Pues como ya anticipé, nos pusimos en camino, Mer, Javier Ruibal y yo. Por un lado me parece que eso fue hace un mes y por otra parte se me hace que fue ayer. Los Caños como los recordaba. Un lugar libre, casi salvaje aún. El Faro vigila toda aquella costa, y esas aguas donde según los romanos descansa para siempre el Dios Juno. Las crónicas históricas dicen que el espíritu que descansa ahí es el del perro luterano de Nelson. Lo mismo el tiene la culpa de la paliza que me pegó el último día el mar… Claro que el levante y el poniente también tienen su participación en esto. Pero vengo encantada y deseando repetir, ya no solo por la playa sino por el ambiente. Imagino que al no ser temporada alta he encontrado allí más tranquilidad de la que habrá en unos meses, pero es una gozada, y algo casi inexplicable. Tal vez el ejemplo esté en que la primera noche, íbamos mi madre yo andando para cenar y nos cruzamos con varios grupos de personas. Me dio por pensar que caminaban muy despacio, y a los dos segundos me planteé el porqué de nuestro caminar acelerado… No teníamos prisa, no íbamos tarde a ningún lado, nadie nos esperaba… En fin, ha sido genial estar así un tiempo, simplemente eligiendo en que trozo de arena te ibas a dejar caer… 
Poco os podría contar de los días ociosos, y sin embargo me podría pasar horas escribiendo del verde horizonte que si tiene un fin, a veces en Tarifa, a veces en la vecina África, tan cercana que me ha costado la misma vida sintonizar una emisora de radio en la que se hablara castellano. Aquel rincón es un paraíso que aún los especuladores inmobiliarios están dejando respirar; y me da miedo pensar si eso no tendrá un fin, pero de momento se trata de disfrutarlo, bien asomándote a esos acantilados incomparables, mirando la vegetación del Parque de la Breña, bañándote en el Atlántico…
Poco os podría contar de los días ociosos, y sin embargo me podría pasar horas escribiendo del verde horizonte que si tiene un fin, a veces en Tarifa, a veces en la vecina África, tan cercana que me ha costado la misma vida sintonizar una emisora de radio en la que se hablara castellano. Aquel rincón es un paraíso que aún los especuladores inmobiliarios están dejando respirar; y me da miedo pensar si eso no tendrá un fin, pero de momento se trata de disfrutarlo, bien asomándote a esos acantilados incomparables, mirando la vegetación del Parque de la Breña, bañándote en el Atlántico…
Me traigo un cóctel nuevo para mi repertorio, Tekila Sunrise de la pequeña Lulú, y muchas horas de sueño repuestas, de esas que le debía a Morfeo, y que le adeudaba desde…
Saliendo de la costa de Trafalgar, hicimos visita a Baelo Claudia. Los romanos eran tipos que sabían vivir, y escoger lugares desde luego. Claudio sería tartamudo y mil cosas más, pero supo que aquél lugar tenía su cosa. Evidentemente era por cuestiones comerciales y de otras índoles, pero hoy en día es otro paraíso, por suerte tampoco del todo conocido para las masas turísticas, dónde te bañas en aguas cristalinas, pensando si tus hijos conocerán aquello igual que lo conociste tú.
Mientras escribo, todo lo inunda el perfume de un incienso hindú que me ha regalado el hippie más artista de aquella playa, y me dan ganas tremendas de volver.
Pero no soy tan radical, y a pesar del calor inmenso que he notado al llegar a Híspalis, también es bueno volver a casa.
EPÍLOGO
De tener talento e ingenio dedicaría una elegía a quien nos abandonó en esta empresa, ya para siempre, porque en estas cosas siempre hay alguna baja, por vencedor que resultes, y en nuestra última batalla, pereció la que ha sido nuestra sombrilla durante… ya ni recuerdo los años. Era una genuina sombrilla de Casa Pastora, una sanluqueña de pura cepa que ha resistido levantes, ponientes, revolcones del viento, maleteros más grandes y más chicos… Andaba ya maltrecha, pero seguía aguantando el tirón. Pero ha hecho mucho viento y tras haber pasado con nosotras los últimos días, un golpe de viento la volvió del revés, torciendo sus varillas para siempre. Se ha quedado allí, en Bolonia, y a mí me parece que es un buen final para una guerrera como ella; una sombrilla que estará siempre en nuestro recuerdo.
EPÍLOGO
De tener talento e ingenio dedicaría una elegía a quien nos abandonó en esta empresa, ya para siempre, porque en estas cosas siempre hay alguna baja, por vencedor que resultes, y en nuestra última batalla, pereció la que ha sido nuestra sombrilla durante… ya ni recuerdo los años. Era una genuina sombrilla de Casa Pastora, una sanluqueña de pura cepa que ha resistido levantes, ponientes, revolcones del viento, maleteros más grandes y más chicos… Andaba ya maltrecha, pero seguía aguantando el tirón. Pero ha hecho mucho viento y tras haber pasado con nosotras los últimos días, un golpe de viento la volvió del revés, torciendo sus varillas para siempre. Se ha quedado allí, en Bolonia, y a mí me parece que es un buen final para una guerrera como ella; una sombrilla que estará siempre en nuestro recuerdo.