
“Soy un zorro entre cientos, pero si tú me domesticas, seré diferente. Yo te necesitaré a ti, y tú me necesitarás a mí…”
Algo así venía a decirle el Zorro al Principito en el gran libro de Saint Exupéry. Hace poco, recordé esto viendo la película francesa que titula la entrada. Françoise nunca ha tenido un amigo. No es una certeza para él, hasta un día en que tras ir a un funeral, comprar un jarrón helénico y celebrar su cumpleaños su socia se lo espeta, haciendo una extraña apuesta con él al respecto. Comienza primero una búsqueda desesperada por encontrar entre sus conocidos, sus colegas, los contactos de su agenda, a esa persona a la que puedes llamar a las tres de la mañana… Convencido de que es imposible, comienza una búsqueda aún peor; ¿cómo se hacen amigos? ¿dónde se buscan? ¿cómo encuentras a esa persona que correría riesgos por tí?
Sin llegar a ser metafísica o trascendental, que otras cosas rondan mi mente, me vinieron del recuerdo amigos y amigas, personas a las que llamé a las tres de la mañana y me llamaron a mí a horas peores. Algunos no están ya conmigo, alguno que otro volvió… Se sumaron nuevas personas a mi vida, a las que podría confiar cualquier cosa… Y siempre he pensado que necesitarse en exceso es malo, pero tal vez el Zorro tenía algo de razón. Tras muchas vueltas y giros, puede que casi todo el mundo sea prescindible, llegado el caso, pero para que mentir, no ser imprescindible no quiere decir que sea fácil vivir sin cierta gente cerca.
No es que esta comedia vaya a cambiar la vida de nadie, ni nos va a contar ahora las verdades del barquero, pero en medio de la risa se escapaban trozos de enseñanzas o reflexiones que te pueden hacer pensar. Seguramente podríamos llenar un jarrón con las lágrimas derramadas por la muerte de un amigo, puede que en la agenda tengamos amigos que no cubren el amplio sentido de la palabra, o simplemente, todos somos zorros, más o menos domesticados.
Algo así venía a decirle el Zorro al Principito en el gran libro de Saint Exupéry. Hace poco, recordé esto viendo la película francesa que titula la entrada. Françoise nunca ha tenido un amigo. No es una certeza para él, hasta un día en que tras ir a un funeral, comprar un jarrón helénico y celebrar su cumpleaños su socia se lo espeta, haciendo una extraña apuesta con él al respecto. Comienza primero una búsqueda desesperada por encontrar entre sus conocidos, sus colegas, los contactos de su agenda, a esa persona a la que puedes llamar a las tres de la mañana… Convencido de que es imposible, comienza una búsqueda aún peor; ¿cómo se hacen amigos? ¿dónde se buscan? ¿cómo encuentras a esa persona que correría riesgos por tí?
Sin llegar a ser metafísica o trascendental, que otras cosas rondan mi mente, me vinieron del recuerdo amigos y amigas, personas a las que llamé a las tres de la mañana y me llamaron a mí a horas peores. Algunos no están ya conmigo, alguno que otro volvió… Se sumaron nuevas personas a mi vida, a las que podría confiar cualquier cosa… Y siempre he pensado que necesitarse en exceso es malo, pero tal vez el Zorro tenía algo de razón. Tras muchas vueltas y giros, puede que casi todo el mundo sea prescindible, llegado el caso, pero para que mentir, no ser imprescindible no quiere decir que sea fácil vivir sin cierta gente cerca.
No es que esta comedia vaya a cambiar la vida de nadie, ni nos va a contar ahora las verdades del barquero, pero en medio de la risa se escapaban trozos de enseñanzas o reflexiones que te pueden hacer pensar. Seguramente podríamos llenar un jarrón con las lágrimas derramadas por la muerte de un amigo, puede que en la agenda tengamos amigos que no cubren el amplio sentido de la palabra, o simplemente, todos somos zorros, más o menos domesticados.