A veces los demás te hacen sentirte
mayor, las cuestiones cotidianas, los embarazos ajenos… todo va tan deprisa que
es como mirar un carrusel desde fuera…
Madrugar, remolonear en la cama;
empieza el día, el dolor de espalda, la desidia…
Las noticias, las impresoras, los
edificios numerados, el tiempo que no avanza pero vuela, las ganas, las
desganas…
Yo quería un techo azul y cualquier
azul no valía… La gama de azules es terriblemente extensa, el catálogo de
pinturas era interminable, pero yo quería un techo azul…
Un proceso de redecorar, ambueblar,
tirar cosas nunca viene mal aunque sea muy, pero que muy pesado… Es terrible
ver las cosas absurdas que guardas, las gilipolleces que en su día fueron recuerdos con peso
específico, aunque también he conservado cosas de las que ahora estoy contenta
de no haberme desprendido.
Lo más desconcertante es encontrar
cosas y no saber porqué las guardaste, que sentido tenían, que sentimientos
acompañaban, como se ha borrado aquello…
Ahora tengo un mueble corriente con una
puerta original con láminas de Warhol, Warhol con tonos azules en sus láminas.
Yo quería un techo azul y no encontraba
quien me lo pintara… No sé como ha sido tan complicado encontrar un pintor pero
tras muchas idas y venidas, apareció un buen señor dispuesto a cambiar de color
mi entorno…
El carrusel incesante de la vida
contrasta increíblemente con las toneladas de recuerdos que atesoraba en los
rincones…
A veces me soporto y otras me
cuesta mucho hacerlo. A veces me sorprendo hablando con alguien que en el
espejo me parece que se me parece…
A mí madre no le gustaba mi techo, y
mientras el pintor daba los primeros trazos del cambio le hizo saber
su disconformidad… El buen señor imagino que no sabía si seguir pintando o
parar, pero no opinó del color y el cambio continuó.
Tengo sábanas azules como mi techo,
allí sueño, soy otra, desaparezco, revivo… Soñar aún es gratis, soñar es de lo
poco que no nos han arrancado aunque casi; soñar a veces te da una brusca
voltereta y se torna en pesadilla, pero lo bueno del sueño es que para bien o
para mal, siempre se despierta…
Yo quería un techo azul, azul fuerte,
azul maniguetero de San Esteban, renegar del celeste, olvidar el techo blanco y
simple, poder entrever en la trama de la mosquitera que me hace de dosel… Ese azul intenso invadiendo mi techo.
Los días son grises y algo fríos, pero no me molesta… Mi adicción
al gipsy-jazz aumenta, la compulsividad literaria no decrece y de vez en cuando
alguna buena película se deja ver.
Ahora tengo un buró, de IKEA pero buró,
mejor dicho, un secreter, un lugar inspirador para escribir que al abrir su
tapa, además de útiles de escritorio, te muestra una panorámica de Milán, para
que no olvide que más pronto que tarde habría que pisar suelo italiano e
italianizarse con pizzas milanesas…
Tengo un techo azul, azul fuerte, azul
con un código específico, azul maravilloso…