lunes, 16 de septiembre de 2013

Ayer y hoy

 
   No podría decirse de mí que soy una empollona, puede que todo lo contrario… pero mi nota era baja, no era mala, estaba aprobada, pero era baja. Reclamando mis derechos la profesora se dio cuenta de que no me había sumado un trabajo. Me acordé de una compañera que acuñó la frase: “No voy a revisión porque sé que acabaré llorando”. A veces no es así, muchas veces no es así… Esas sillas aparecían por rincones inesperados del campus. Una metáfora artística del sentarse a pensar, del pararse un minuto a dejar un pensamiento allí plasmado. Las frases que ya se habían desprendido de sus dueños aludían a que las vacaciones nunca llegarían, a que los horarios de exámenes habían sido una locura, al esfuerzo titánico de entregar los últimos trabajos en fecha… Se añadió una frase sobre la eficacia de ir a revisión y ahí se quedó la silla, esperando a algún estudiante descarriado que aterrizara en ese rellano.

   Hoy volví a la universidad, hoy, más pronto que otros años, comenzaron las clases, el curso, el último curso. Aterricé en mi carrera a una edad algo infrecuente, tras una trayectoria sinuosa que por suerte acabó aquí… Creí que no pasaría de aquél primer semestre infernal, pero aquí ando, en cuarto.

   Hoy que todo comienza parece que empieza a escribirse el final, hoy el galimatías de la Olavide parece menos complejo, y casi me ha dado pena cambiar el edificio FJ de Caldas por el Francisco de Goya, pese a que el primero era el número 13 y yo soy triscaidecafóbica a más no poder.

   Hoy todo da menos miedo y más vértigo y tristemente es casi seguro que se me pasará volando este curso.

1 comentario:

ALBERTO dijo...

Aunque a deshoras, pasado casi un mes, releo tu entrada y no hago sino pensar, relacionar quizás equivocadamente que todo esto tenga que ver con el miedo a traspasar fronteras en nuestra vida. La inquietud de qué habrá más allá de lo que parecía nuestra meta, el temor a sentirnos en una zona insegura, como un equilibrista sin red, como un naúfrago sin orilla en el horizonte y sin salvavidas al que agarrarse que teme que la corriente pueda más que sus fuerzas a la hora de luchar contra las mareas.
Creo saber bien qué se siente en estos casos con bastante claridad. Más incluso en alguien como yo, indeciso en muchas ocasiones. Y después de, como he dicho, releer el post me doy cuenta de que muchas veces el miedo nos hace postergar decisiones importantes, afrontar situaciones que tenemos que encarar o simplemente cumplir unos trámites burocráticos que postergamos buscando excusas o no encontrando las motivaciones 'adecuadas' cuando la mejor y más adecuada motivación o excusa es y debe ser uno mismo.
Hablaba de traspasar metas... pero quizás haya metas porque el camino nunca acaba. Puede que solo sea el mismo camino que cambie la luz, el color, el paisaje que lo rodea..., pero el camino no acaba en el final de cada etapa de este. El camino sigue y nuestros pasos deben seguir tambíén.
Como siempre, besos cariñosos

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