
Sería hipócrita
decir que era mi mejor amiga, por desgracia nunca hemos tenido tiempo de
emprender esa tarea, pero es de esas tres o cuatro personas que conoces en la
universidad que sabes que ya van a estar contigo por siempre, o al menos por
mucho tiempo. Curiosamente solo fuimos compañeras de dos asignaturas, puede que
las dos peores de la carrera, pero tal vez eso fué lo que nos unió... Entre
teoría y práctica, esas dos materias llenaban solitas toda una mañana, que si
no recuerdo mal, era la de los miércoles. En cierto modo eso pudo generarnos
"el síndrome de los prisioneros de guerra", un lazo afectivo que
surge con otra persona que comparte contigo una situación extrema, salvando las
distancias.
Después de aquello
ya he dicho que no surgió la historia de comedia made in USA
a lo "mejores amigas del mundo mundial", pero
no volvimos a perder el contacto. Un twitteo de risa, algún whatsapp, alguna
llamada, un ratito de charla cara a cara... Siempre nos falta tiempo, siempre
hay demasiadas cosas que contarse, siempre tengo la sensación de que merecería
la pena ajustarse la vida de otra forma para pasar más tiempo con gente como
ella...
Pensar y escribir
en esto último me genera una tristeza especial... Hace ya un puñadillo de
semanas, un domingo volvió a pasarme lo que suele pasarme mucho últimamente; no
estaba donde debía o por estar donde debía no lo estaba donde quería o algún
silogismo de este calibre. La cosa fué que no pude ir a la fiesta oficial de
despedida, donde todos los que la quieren, que no son pocos, estaban reunidos
para decirle adiós.
Ella, que nunca me
hace un reproche aunque sea en broma, no me afeó esto y simplemente, a la
semana siguiente, justo el día antes de su partida, en una maniobra casi
suicida, se cruzó Sevilla a la peor hora en transporte público para venir a mi
casa y decirme que no le gustaban las despedidas y que esto sería un hasta
luego, porque el luego será cuando vaya a verla al Norte de Francia donde ahora
está.
Otra aventurera de
estas de las que habla el gobierno. Gente que por simple espíritu intrépido
deja a su familia, sus amigos y su vida en general para irse a un sitio donde
se pondrá de nieve hasta las pestañas y cobrará el sueldo digno que en España
cada vez es más inusual. Para colmo, debe ser más arriesgada que nadie, pues le
teme a los aviones, pero imagino que forma parte de la historia superar algunas
adversidades... Para no perjudicarla en esto, me callé que yo, que no temo a
los aparatos volantes, sólo pasé miedo una vez en uno de la compañía con la que
ella viajaba. Ahora que está allí puede leerlo.
Y así se separan un
poco más nuestros caminos, con la guerra diaria de vivir en un mundo en crisis
de demasiadas cosas. Pero" los prisioneros de guerra" conservan su
unión para siempre, las prisioneras compañeras te despiertan con una foto de un
bar alucinante donde saben que disfrutarías o en otra versión de despertador,
se acuerdan de la fecha de admisión en masters que para tí era importante... Y
cada vez que hablamos y el mundo parece algo más pequeño, y Francia no deja de
ser la vecindad de al lado, me reafirmo en mi teoría de que no vamos a
separarnos, porque siguen las luchas y las guerras cotidianas del tiempo que
nos ha tocado en suerte, con Bolonia, con el B1, con sueños y pesadillas... y
eso no es soportable si no tienes a cierta clase de gente contigo.
Bonne chance, cher ami.
5 comentarios:
Desgarrador, aterido e íntimo: me encanta.
Hay muchos prisioneros de guerra, muchas despedidas y muchas relaciones en la distancia.
Alex, muchas gracias por una valoración así.
Anónimo, pues si, los hay... ¡Qué de tiempo que no tenía un Anónimo! Y sin firmilla ni nada...
ays, que tierno, me acuerdo de cuando mi hermano se fue a Suecia y me pareció que está crisis era lo más injusto del mundo, ahora está en casa, sin trabajo y sin estudiar, o sea convertido en un nini en toda regla, si no fuera porque por esas cosas de la frialdad, tal vez el lunes empiece con un trabajo alejado de sus estudios, de 9 horas diarias por la increíble cifra de 600 euros al mes.
Pero concluyo, tienes toda la razón, los prisioneros de guerra jamás se separan a pesar de las distancias y como siempre, tienes una nueva excusa para viajar.
Jops Rebeca, y encima gracias tendrá que dar por el curro...
Kises
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