
Todas las premisas apuntaban a que la noche sería larga… Yo recelaba de salir por mi resfriado, y pretendía volver pronto a casa; esas son las premisas de las que hablaba, salir con eso en la mente es lo que hace que no veas tu cama hasta que no pasen las cinco o más…
Sin saberlo, o más bien sin pretenderlo, comenzó un camino al recuerdo, al pasado y lo que es peor, a contrastar con el presente lo mayores que somos ya. Comenzamos cenando en el bar de tantas noches, ese que a pesar de las reformas mantiene la carta casi intacta y su magia más intacta aún. Pero lo dicho, ya han pasado años, no sólo por la de recuerdos, anécdotas y vivencias que fuimos dejando caer sobre la mesa, sino por esa botella de vino con que lo acompañamos todo, elixir ni muy bueno ni muy malo, de precio razonable que demostraba que nos volvemos selectos a nuestra manera. El actor dueño de Roma (la gata Q.E.P.D.) sigue en Madrid, argumentando que yo estudio cosas utópicas que me permitan seguir convirtiéndome en la vividora que aspiro a ser, a la vez que una estudiante vitalicia. El tercero de la tríada volvió a cambiar de carrera y volvió a las andadas nocturnas que no puedo detallar pues se queja de que engordo su merecida fama de promiscuo. Pero aún quedaba más… En otro bar en que fuimos jóvenes, casi salimos allí de la terrible adolescencia, uno de entonces se pasó al otro lado de la barra, casi parece un intento de encadenarse a aquél tiempo, a aquella vida… Luego volvimos a cambiar de bar, siguieron las cervezas y vino “ella”. La última vez que la vi se había convertido en la cuñada de una amiga mía. Ella dejó de ser cuñada, yo dejé de ser amiga, y allí estábamos las dos, recordando a quienes no somos. Tras aquella relación, me dijo, había tenido un novio durante seis años… Quise morir, no por su novio, sino de pensar que habían pasado seis años o más desde todo aquello… Seguían las batallitas, las risas, los recuerdos que se colaban por el estrenado Noviembre, seguía yo pensando que me pinto menos, que me arreglo menos que entonces, que eso serán los años que pesan y pasan… Sin saber cómo pregunté por “él”, un chico al que apenas conocí, con el que crucé dos palabras pero que ahora resulta que es travesti, drag, o como lo quieran llamar… Vestido de mujer actúa en “raves” o donde se tercie… suma contador de años, sigue sumando por favor… Todo parecía acelerarse, pasaban flashes en mi mente, trozos y retazos de tardes y noches; de café y Legendario, de castañas, sueños de futuro que se me olvidaron y lazos que se cortaron.
Apareció Stefany Howards brevemente, las comparaciones con Massiel, la versión morena de Samanta Fox, y tantos delirios absurdos con que nos gusta perder el tiempo.
En otro bar me acordé de ella, que no es tan antigua en mi vida, que andará perdida por Europa, y que me debe una cena. Hablamos de futuro a muy corto plazo, de viajes, de paz…
No todo estaba perdido, me acompañaban más amigos, no de un tiempo tan lejano pero con los que se van componiendo otras historias, otras telarañas que suman en el contador…
Todo me remitía a las canciones de Ismael Serrano, a todas las frases magistrales de septiembres que se quedaron dormidos, de ventanas que ya nadie abre, de bares en que ya no nos saluda nadie, de calles, cervezas, mesas, viajes que nos cambiaron, días que ahora son recuerdos, que se extrañan y que por otra parte no necesitas revivir…
La Ilustre Víctima, El bosque Animado, La Sirena o el Utopía seguirán estando ahí, cada uno con su historia, con todas las historias que nos dejamos los que un día fuimos jóvenes y hoy ya parecemos ser algo más mayores…
Lo dije y se rieron, tal vez sólo me creyeron en el fondo, pero lo dije sintiendo cada palabra, lo recuerdo y lo sigo pensando “cuando estoy con vosotros me doy cuenta de lo que os echo de menos el resto del tiempo”. Al fin y al cabo, sin los compañeros de viaje, no serían posibles estas travesías al pasado.