
La canción empezaba diciendo “tengo yo un primo que es todo un maestro, de lo tuyo, de lo mío, de lo nuestro” Pues servidora tiene un amigo que no se queda atrás. Complutense de nacimiento, ciudadano del mundo en la actualidad. Supongo que al igual que Cervantes corrió mil aventuras por el mundo, lo lleva en la sangre, aunque aún conserve intactas sus dos manos, con las que escribe, dirige y tocaba el piano. Con su carácter decidido, como su paisano Azaña, de una forma, tal vez algo casual, se marcó una meta, creó su propio destino, y vaya si lo anda haciendo. Aún recuerdo cuando nos conocimos. Un fin de semana de Feria, yo en Madrid, tan lejos del Real, con la voz de manzanilla y albero… que mala primera impresión. En aquella pijada, dónde tú, amigo mío fuiste elegido. Pensaron que eras apto para hacer el Bachillerato Internacional con CMU (Colegios del Mundo Unido) De la alegría, pronostiqué que acabarías en el colegio que había en Walles, un castillo igualito al de Harry Potter. Erré un poquito, erré bastante. Li Po Chun, en Hong Kong… Que lejos, que diferente, que miedo. Quizás tú eras quien menos miedo tenía, y por eso te embarcaste en aquella aventura… Y antes de partir, recepción en la Zarzuela con Juanca y Sofi… Conociste a Froilán en pijama y casi al final, el rey se acercó y… lo siento mucho, hace muchos años me pediste que no lo contara pero ahora ya no puedo evitarlo, el rey se acercó a hablarle con algún vino que otro de más… Menos mal que CMU me rechazó, yo no habría podido evitar la risa, creando una afrenta protocolaria grave… Tras esto, un billete carísimo y a la desconocida Asia.
Aún conservo aquellas cartas, y digo bien, cartas, epístolas, esas de papel que van en sobres, esas que tengo la sensación de que los niños del futuro no conocerán. Recuerdo que siempre pagaba recargos, porque de escribir tanto me pasaba del peso, y esa dirección… en chino claro, y para colmo recuerdo que durante un tiempo yo mandaba sobres rojos o azulones escritos con bolígrafo plata… Los carteros chinos debían ser unos artistas, y alguno andará miope por mi culpa. Aún conservo la moneda que me mandaste para celebrar el año lunar, recuerdo lo que me reí cuando me contaste que tenías un vestido de torero para las fiestas típicas del colegio, y los contrastes tan grandes de aquella ciudad. Ahí no acabó la cosa, tras sus dos años en Hong Kong, Héctor partió al Imperio. Allí, en Macalester, Minessota, ha aprendido mucho, ha actuado de mil cosas, escribió su propio tributo a Cervantes ¿Kixotadas se llamaba? y lo que más envidio; le estrechó la mano a Salman Rashdie…
Ha pasado mucho tiempo entre unas cosas y otras, y por suerte nunca hemos perdido el contacto, aunque sea por e-mails. De hecho, cuando dentro de unos años yo ande en la zona más baja de la mediocridad, y Héctor sea todo lo grande que se merece, yo venderé nuestra correspondencia en un libro no autorizado. Será un superventas, ya que incluye epidemias, sueños, alegrías, penas, viajes increíbles por Asia, un suculento capítulo lleno de sangre en las crucifixiones filipinas… Y es que has recorrido mucho amigo mío.
Este verano, hablamos por teléfono, y tratándose de tu último año de carrera, te pregunté con algo de sorna que querías ser de mayor. Tú me respondiste que querías ser feliz. Ya has llegado casi al fin, como broche de oro, la dirección de tu particular montaje de La Casa de Bernarda Alba; supongo que estas cosas te dejan la felicidad un poquito más cerca. Una vez vistas las fotos que adjuntas en el correo que me has mandado, estoy sin palabras. Se trasmite en ellas que has hecho un trabajo tan increíble, tan bueno. El espíritu Lorquiano está en cada abanico negro, en el vestido verde de Adela, en los velos tupidos… Hasta el yanquee que hace la crítica teatral, refiriéndose a ti por tu segundo apellido (esta gente nunca aprenderá que además de nombres compuestos los españoles tenemos dos apellidos) ha sabido verlo, al igual que los que te han premiado.
Y poco más te puedo decir, porque tú sabes el placer que ha sido para mí coincidir en esta vida contigo; sólo espero verte pronto, si puede ser, y más que eso, espero que te vaya mejor que hasta ahora, si eso es posible. Supongo que la segunda anula la primera, ya que con ese nuevo proyecto vas a estar danzando por Sudamérica mucho tiempo. A tu manirrota amiga le encantaría ir a México, a ver si se me da bien la cosa y nos vemos en algún aeropuerto, jejeje
Para terminar, espero que te guste esta foto, rescatada de aquél tiempo en que ambos éramos muy jóvenes, y parece lejano; cuando alguien llamado Calderón le puso el mismo nombre a dos de sus obras; tal vez para que nunca olvidemos que La vida es sueño.